Cita del evangelio del día: Lc 3,10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada».
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
Comentario del evangelio del día por: San Francisco de Sales
Sermón del 13 de diciembre de 1620. Tomo IX, 425, 426, 430, 431.
«Viene Otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de soltarle la correa de las sandalias» (Lc 3,18).
Hallándose el pueblo en ansiosa expectación y pensando todos entre sí de Juan si sería él el Mesías, Juan respondió a todos diciendo: “Yo os bautizo en agua, pero está Otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de soltarle la correa de las sandalias.” Lc 3, 10-18
La ley prometía al pueblo judío que se le iba a enviar un gran profeta. Y había diversas opiniones sobre quién sería ese gran personaje; la más común pensaba que no era otro que el Hijo de Dios. San Juan se dio perfecta cuenta de que no le estaban preguntando simplemente si él era profeta, y que si afirmaba que lo era, le creerían el gran Profeta prometido y le reconocerían como tal; y por eso lo negó, pues comprendió que, sin mentir, podía muy bien responder que no lo era.
Si me preguntaseis sencillamente quién soy, yo os respondería sencillamente: “me han enviado para preparar los caminos del Mesías.” Ahí tenéis cómo San Juan rechazó esa tentación de orgullo y de ambición; y cómo la humildad le procuró recursos e ideas admirables para no admitir ni recibir el honor que se le quería otorgar, disimulando y negando ser lo que verdaderamente era…
¿Queréis saber quién soy yo? yo os digo que no soy nada más que una voz… San Juan no hubiera podido rebajarse más al decir que era sólo una voz. “Creéis que soy el Mesías y yo os aseguro que no soy más que una simple voz.” En resumen, nuestro Señor nos propone a san Juan como modelo a imitar para toda clase de personas.
No solamente deben copiarlo los prelados y predicadores, sino también los religiosos y religiosas tienen que considerar su humildad y su mortificación, para ser ejemplo suyo, voces los unos para los otros, voces que clamen que hay que preparar y allanar los caminos del Señor para que, recibiéndole en esta vida, gocemos de Él en la otra…