9 consejos muy útiles para alcanzar la santidad que busca tu corazón:
A continuación te traemos nueve consejos de San Francisco de Sales que te pueden ayudar para tu vida de santidad. Así que toma nota y vamos con ellos.
La fidelidad en lo pequeño
Dios mucho más exige de nosotros la fidelidad en las pequeñas ocasiones que nos pone a la mano, que no ardientes deseos de hacer grandes cosas que no están en nuestro poder.
Ser fieles en las cosas pequeñas y ordinarias, en las cosas del día a día. Ser fieles a Dios a la hora de tratar al prójimo con amor, ser fieles a Dios en nuestra oración diaria, en la misa diaria, en la adoración eucarística. Ser fieles en nuestro trabajo diario, buscar en todo el amor y la fidelidad a Dios. Estas obras nada valen podemos pensar, pero echar en gracia, y por amor a Dios lo pequeño se hace grande. ¿Qué es más grande resucitar a un muerto por amor propio o tratar al hermano con caridad por amor a Dios? Pues algo tan grande e importante como el resucitar a un muerto se haría pequeño a los ojos de Dios, y algo tan ordinario y pequeño como tratar con caridad al hermano por amor de a Dios, se hace una obra grande a los ojos de nuestro Señor. Debemos aprender a mirar el mundo con los ojos de Dios, con el Corazón de Jesús, y entonces empezaremos a dar a cada cosa la importancia real que tiene. Tu puedes hacer mucho, y muchas grandes obras, pero ninguna valdrá para la eternidad, si no has aprendido a servir y amar a Dios en lo pequeño, en lo insignificante.
Las buenas obras
Tener a dios en la boca con bellas palabras, y en el corazón con buenos afectos, no basta; es necesario tenerle, como Simeón en los brazos por medio de las buenas obras.
A veces nos pasamos mucho rato hablando de Dios y pensando en Él esto en principio es bueno. Pero el filósofo también puede hacer lo mismo, es decir hablar y pensar en Dios, pero de esto no se sigue necesariamente que el filósofo ame a Dios, igual que no se sigue, que tu o yo, por el hecho de que estemos muchas horas al día hablando y pensando en Dios, amemos a Dios. Es necesario, no sólo tener a Dios en las palabras y el corazón, sino que también hay que tener a Dios en los brazos, como Simeón, y lo tenemos en los brazos por medio de las buenas obras. Si decimos con los labios que amamos a Dios, si pensamos con el alma que realmente lo amamos, pero no lo servimos por medio de las buenas obras somos unos hipócritas y mentirosos.
Sufrir los defectos del prójimo
¿Cuándo llegaremos a sufrir por caridad los defectos de nuestro prójimo? Ésta es la principal y más excelente lección que nos han dado los Santos, dichosos quien la haya aprendido bien.
Sufrir por caridad los defectos de nuestro prójimo. Rápidamente nos enfadamos, nos encolerizamos porque nos fallan, porque nos hacen daño, porque nos insultan, porque nos tratan mal, y por mil cosas, nos cuesta sufrir por caridad los defectos de nuestro prójimo. Debemos de aprender la actitud de Cristo en la cruz, callar y sufrir por amor a Dios los defectos y pecados de nuestros hermanos. Esta es la gran lección que nos han dado los santos y si queremos tomar el camino de la santidad debemos imitarles.
Alegrarse en Dios solamente
¿Puede haber mayor dicha que vivir, trabajar y alegrarse en solo Dios?
Dios debe ser la fuente de nuestra alegría, si deseamos que nuestra alegría sea constante. Si ponemos nuestra alegría en las cosas mundanas, éstas cambian, se mudan, el único que permanece siempre fiel es Dios. Dios nunca falla, Él siempre cumple con su palabra, él nunca defrauda, Él nunca nos abandona, porque el nos ama. No busquemos consuelo y alegría fuera de Dios.
Deja que hablen mal de ti
Si obramos bien, ¿qué importa que el mundo regañe, que culpe, que murmure? Dejar que digan; escucharlo, sufrirlo todo; no espantarse por nada y continuar con fidelidad y buen ánimo.
Que hablen mal de ti no te debe preocupar, si tu cumples con Dios, y con su Santa Iglesia, y esto no gusta a alguien no debes preocuparte. Lo importante es agradar a Dios, no agradar a los hombres. Cumple siempre y en todo lugar la ley de Dios, la ley del amor a Dios. Ama a Dios por encima de todo, y al prójimo amalo por amor a Dios, y todo lo demás no te preocupe. Estamos en esta vida para agradar con nuestro comportamiento y servicio a Dios, nuestro Señor. Que no te afecten las críticas. Ahora bien, si las criticas vienen, no de tu fidelidad a Dios, sino de tus defectos, toma con caridad la corrección fraterna de tu hermano, que viene a advertirte de que te estás desviando del camino del bien, y la verdad.
Corregir el amor propio
El amor propio solo acaba con la vida es imposible no sentir sus ataques; basta, pues, esmerarse en corregirle y reprimirle poco a poco.
El amor propio es muy difícil de vencer, el amor a los propios defectos, a los propio vicios es muy difícil de destruir en la propia vida, debemos corregirnos y reprimir los impulsos del propio yo, que desea autocomplacerse con todo lo que hace y dice. Vivimos en un mundo hedonista, que sólo busca el amor propio como valor supremo, sin embargo, esta no es la enseñanza de Cristo, sino que es la enseñanza del mundo, no podemos contemporizar con los sentimientos mundanos, debemos huir de ellos, buscar la práctica de las virtudes cristianas, y la huída de los defectos propios.
Hágase siempre la voluntad de Dios
Hasta las más mínimas acciones son grandes y excelentes, si las hacemos con la única mira y con la firme voluntad de agradar a Dios.
Este debe ser nuestro principal anhelos, como nos enseñó el Señor en el padrenuestro, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, que se haga la voluntad de Dios en nuestro vida, que busquemos siempre cumplir con la voluntad de Dios, aunque nos duela, aunque nuestro sentimiento nos lleve para otra parte.
No améis vuestras posesiones
¿Queréis que no os sea sensible la pérdida de las cosas del mundo? No deseéis con ansia lo que no tenéis, ni améis con exceso lo que poseéis.
No podemos vivir apegados a las cosas materiales. Evidentemente, si vivimos en este mundo, necesitamos cosas de este mundo, necesitamos una casa, por ejemplo, o un vehículo, pero no podemos vivir amando nuestro vehículo, o cualquier otra de nuestra posesiones, debemos tener puesto nuestro corazón en sólo Dios, él debe ser nuestra alegría y nuestro gozo.
Haz oración
Recogeos de cuando en cuando al interior de vuestra alma, allí, separado de los hombres, podréis tratar libremente con Dios los negocios de vuestra salvación.
Que no pase un día sin que hagamos oración. Aunque sea un breve rato, 10 minutos mínimo, aunque si es posible hagamos más. La oración es un diálogo de amor con Dios, si queremos entregarnos al servicio de Dios, si queremos amar a Dios sobre todas las cosas debemos pasar tiempo hablando de amor con el Señor.
San Francisco de Sales.
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