A Corazón Abierto – Blog del Sagrado Corazón de Jesús:
Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: “Miren que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará” (Mc 10, 32-34)
Jesús anuncia su pasión a los discípulos. Él sabe que su misión es inaplazable. Que su hora, la hora del reino está llegando y muy pronto. Esto ocurrirá en Jerusalén. La ciudad santa; la ciudad del santo.
Los discípulos parecen no creerlo, se quedan estupefactos, se miran, se interrogan, piensan: ¿qué querrá decir con esto? Ya Simón Pedro, con Juan y Santiago, había escuchado palabras semejantes cuando al bajar del monte de la transfiguración él, Jesús, su Maestroles había dicho que no contaran a nadie nada de lo que habían visto y oído hasta que él resucitara de entre los muertos, pero en aquella ocasión estaban como adormilados y quizá ni entendieron ni quisieron recordar aquel evento o en realidad su mente se había oscurecido y aquella ocasión ya no la tenían presente.
Y aquí Jesús nuevamente les hablaba de muerte, pero también de resurrección. ¿Qué se pensaban? ¿Que Jesús les hablaba de manera simbólica, que eso de la muerte era una másde sus parábolas? Él siempre les hablaba con misterios. Así que al parecer no le hicieron caso a esta nueva “puntada” de muerte y resurrección, o bien, quizás ellos pensaron que esto ocurriría, pero después de muchos años y no les tocaría ver muerto a su maestro.
Se suponía que si Jesús era el Mesías no debería morir o al menos no tan pronto. Primero se tenía que establecer la soberanía de Israel. Primero que todo debería reinar este Mesías, debería echar a los romanos con todo y sus tropas lejos, muy lejos. Y, después de unos mil años, bien podría morir este Mesías.
¿Por qué su maestro les hablaba de vida eterna, de vida sin fin y él quería morir? Eso era totalmente absurdo. La muerte no sería verdad. Su maestro tal vez bromeaba. Les queríaseguramente poner a prueba para ver si estaban dispuestos a seguirle a pesar de los peligros. Sin embargo se olvidaban de una cosa: ellos iban a Jerusalén y andaban desarmados. ¿Cómo enfrentarían a los soldados romanos y escaparían a sus espadas? ¿Cómo podrían ellos vencer a los ejércitos del César y entronizar a su maestro?
Quizás ellos tenían la mente demasiado fantasiosa o demasiada fe, de manera que tal vez pensasen en que su maestro, el cual podía multiplicar los panes y peces también podría multiplicar las pocas espadas con que pudieran contar, o acaso se imaginaban que en unarevuelta Jesús resucitaría a los caídos para que siguieran luchando en contra de los soldados invasores. O, extremadamente, tal vez se imaginaban que en su entrada a Jerusalénaparecerían miles de legiones angelicales a las órdenes de Jesús para establecer el reino de Israel, al fin y al cabo el Dios de Israel era conocido como el Señor de los ejércitos. No lespreocupaba entonces de qué manera, lo cierto es que estaban seguros de que con Jesús todo se podía. Vendría el glorioso arcángel Miguel con sus huestes de nobles guerreros a apoyar a los humanos, a los hijos de Israel en su lucha por la reconquista de la libertad. Si su Dios de los ejércitos sacó a sus antepasados de Egipto sin usar ninguna clase de arma, ¿por quéno lo haría otra vez mediante prodigios admirables?
Jesús no podría morir, si él mismo había declarado ser el Mesías, o por lo menos no lo había negado, entonces ellos estaban aliados con alguien verdaderamente poderoso que tenía en sus manos el triunfo, solamente había que entrar a Jerusalén y todo estaría hecho.
Jesús les había abierto su corazón, les había dicho las cosas que le preocupaban, les había hablado de aquello que es verdaderamente esencial. Pero ellos no parecían entender. No mostraban la más mínima preocupación. ¿Y por que habían de preocuparse? Ellos andaban con Jesús. Ellos no morirían. Él los había escogido y ellos sabían que reinarían en Israel, que gobernarían a las doce tribus. Al contrario, ellos estaban demasiado confiados, nada les pasaría estando con él.
Por otro lado, Jesús les había dicho que sería entregado en Jerusalén en manos de los sumos sacerdotes y de los escribas; que sería entregado a los que gobernaban el pueblo santo; pero estaba demostrado que aquellos eran frecuentemente vencidos por su maestro. ¿Qué podía preocuparles? Su Maestro destronaría también a estos tales, que ni entraban ni dejaban entrar. Sería cosa fácil. Ellos, con su maestro, tenían ganada la partida. Quizás pensaban que morir tres días no es morir. Su maestro decididamente les hablaba en parábolas, de eso no cabía duda.
Ellos tenían miedo. Pero también confianza, esa confianza ciega que da el estar con Jesús, de andar en y con la Verdad, de caminar con el que es Camino y de convivir con el que es la Vida.
Además si él era el hijo de Dios entonces no podría morir, ¿desde cuándo los dioses mueren? ¡Vaya ocurrencias de su maestro! Morir, decía. Y luego resucitar. Además, ¿conqué autoridad los sacerdotes podrían darle muerte? Ellos sacrificaban animales en el templo, pero Jesús era un hombre, y además un profeta. Es cierto que Juan Bautista lo presentó como el cordero de Dios, pero eso debiera ser también alegóricamente; a la vista de todos Jesús era un hombre, no un cordero.
Y aun con algo de miedo, algo de preocupaciones por aquello de que su maestro leshablaba casi siempre con enigmas, ellos andaban con él y lo seguían a todas partes; también a Jerusalén, la ciudad de la amenaza de muerte. Aun con eso seguramente no creían tanto aquello de que su maestro debería morir, puesto que Jerusalén era la ciudad de Dios; y si él era el Hijo de Dios, esa era también su ciudad y no podría morir en ella.
Ellos lo escuchaban, pero hacían como que no les importaba. O quizá no les importaba todo aquello que él decía; ya les explicaría él más tarde a qué se refería con aquello de morir y resucitar. En otro momento. Mientras tanto algunos charlaban de negocios, de necesidades, quizá de sus familias o de las aventuras con Jesús; tal vez aún murmuraban acerca de aquel hombre que no quiso unírseles porque tuvo miedo de perder todo su dinero, todos sus bienes. Lo cierto es que los hijos del Zebedeo iban planeando pedir a su maestro un lugar privilegiado cuando llegaran a Jerusalén, ya que estaba cerca el momento de reinar. Uno quería estar a la derecha y el otro su izquierda en su coronación o en su reinado.
Y Jesús les hablaba mientras tanto de muerte inminente, de vida sin fin, de resurrección, de la violencia que le esperaba a él ahora que se acercaban a la ciudad de la muerte, a la ciudad de la cruz, a la ciudad del calvario; a aquella ciudad sangrienta que nunca quiso escuchar al Mesías, que nunca aceptó al Ungido del Señor. Quizá Jesús lloraba mientras les decía estas cosas, pero a ellos no les importaba. Total, siempre se las arreglaba su Maestropara salir bien librado de cualquier peligro, de cualquier tribulación. Nada pasaría en Jerusalén, porque con ellos iba el Poderoso de Israel.
Pero si hubieran escuchado, si hubieran puesto más atención a Jesús en aquel camino, hubieran comprendido en un momento toda la historia de la salvación. Y no ocurrió así; al contrario; pronto Jesús moriría y ellos comprenderían aquella charla del camino hasta que la resurrección fuera todo un hecho, hasta que el Espíritu Santo les recordara todas las palabras de su Maestro y, sobre todo, las de aquella tarde.
El Padre Pacco Magaña es sacerdote de la GdH del Sagrado Corazón en SLP, Mexico.