• 19/09/2024

El asesino del sacristán de Algeciras quiere acabar con la Iglesia Católica

asesino sacristán de Algeciras

Mundo Católico. El asesino del Sacristán de Algeciras

El crimen cometido por Yassin Kanjaa, el asesino confeso del sacristán de Algeciras el pasado 25 de enero, ha dejado atónitos a todos los ciudadanos de España. Este joven marroquí de 25 años asesinó a machetazos a Diego Valencia, hirió a un sacristán y a un marroquí por «converso» en el templo católico de Nuestra Señora de la Palma. Después de su detención, Kanjaa declaró que es un «elegido» y que el ataque le abre «las puertas del paraíso».

En su testimonio ante la Policía, el joven marroquí dejó clara su intención de «matar a todos los sacerdotes que se encontraban en la iglesia» y de «cortarle el cuello» al sacristán para «acabar con su maldad». En esta ocasión, Kanjaa ha llevado al extremo el fanatismo religioso, creyendo que su acción estaba justificada por su fe.

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La elección del arma y la revelación divina

Según la declaración que prestó a los agentes, Kanjaa decidió utilizar el machete para llevar a cabo su ataque porque «con la espada ha venido el islam y con la espada se ha propagado el islam». El joven marroquí había sentido una «revelación divina» después de descubrir, a través de la lectura del Corán, que estaba «pecando». Kanjaa quería «cambiar de vida» después de darse cuenta de que había caído en el pecado al beber alcohol, consumir estupefacientes y fumar hachís. Según el joven marroquí, sentía una «fuerza divina» que le impulsaba a cometer el crimen.

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La lucha contra el cristianismo y el islamismo extremista

El asesino confeso de Algeciras declaró a la Policía que «hay que corregir al cristianismo, quitando las cruces de las iglesias y convertirlas en mezquitas». Además, Yassin Kanjaa afirmó que su intención era «matar a todos los sacerdotes que se encontraban en la iglesia» y que actúa como un «yihadista» que actúa «de manera independiente». Aunque se desmarcó de Al Qaeda y Daesh porque «matan musulmanes», su acción criminal demuestra que no hay justificación posible para la violencia religiosa, ni siquiera para aquellos que se consideran «elegidos» por su fe.

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