Ataques del Demonio
Los ataques demoníacos y las fuerzas espirituales malévolas pueden atacar a cualquiera de nosotros. Por eso, es importante estar preparados y saber cómo defendernos de estos ataques.
La cercanía con Dios es nuestra mejor protección, es sólo con la ayuda de Dios que podemos ser victoriosos en los ataques demoníacos. Nuestra fortaleza no viene de ninguna otra fuente, sino de Jesucristo.
En su carta a los Efesios, San Pablo escribió: «Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efesios 6:12). Como San Pablo, podemos encontrarnos asediados por espíritus demoníacos con frecuencia y necesitar estar listos para la batalla.
Según los exorcistas, hay varias formas de defendernos de los ataques demoníacos. Practicar los Sacramentos de la Confesión y la Eucaristía es vital.
Cometer pecados mortales habitualmente es la forma más común en que nos abrimos al daño de un demonio. Esto se debe a que cuanto más nos alejamos de Dios, más somos susceptibles a los ataques demoníacos. Cometer pecados es una de las formas más fáciles de alejarnos del Señor. Aunque los pecados mortales son los peores, incluso los pecados veniales pueden erosionar lentamente nuestra relación con Dios y exponernos a los avances del enemigo.
Por lo tanto, la confesión de nuestros pecados es la principal forma en que podemos poner fin a nuestras vidas pecaminosas y comenzar un nuevo camino. Aleteia dice: «La confesión tiene un poder y una gracia tal que el diablo debe huir de una persona que frecuenta ese sacramento».
Si bien la Confesión es poderosa y muy necesaria, el Sacramento de la Sagrada Eucaristía es aún más efectivo para alejar las influencias del demonio. La Sagrada Eucaristía es la presencia real de Jesucristo, y los demonios pierden completamente su poder frente a Dios.
Otra forma de protegernos de los ataques demoníacos es hacer de la oración un hábito. Debemos mantener una vida de oración consistente. Una persona que hace de la oración una prioridad cada día está en un estado diario de gracia y desarrolla una relación más fuerte con Dios. Aquellos que hablan regularmente con Dios no deberían temer al diablo de ninguna manera.
Cuando nos mantenemos cerca de Dios en la vida, no tenemos nada que temer de Satanás, sus demonios o la oscuridad.
En Resumen esas tres armas que tenemos son:
- La cercanía con Dios y la ayuda de Jesucristo
- La práctica de los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía
- La oración consistente y el desarrollo de una relación fuerte con Dios.
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