Sagrado Corazón de Jesús
Cargar la camilla
Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su camilla, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca habíamos visto cosa igual (2, 10-12).
Jesús curó a un paralítico diciéndole: tus pecados te son perdonados. Es asombroso el perdón de los pecados, tal vez por eso Jesús reiteraba en diversas ocasiones a sus discípulos sobre este punto y de diversas maneras. Recordemos solamente unas cuantas. Meditemos sobre la misericordia.
En el famoso sermón del monte, Jesús inicia con las famosas bienaventuranzas. En ellas se manifiesta a favor de los desdichados. Y dice en una de ellas: bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia (Mt 5, 7). En otro momento expresa esta misma verdad y lo hace solemnemente, al enseñar a los discípulos a orar, pues ellos se lo pidieron, les enseñó el Padrenuestro, oración que viene junto con la enseñanza de la misericordia; al enseñar a sus discípulos esta oración en realidad les estaba enseñando cómo alcanzar misericordia de lo alto, en una de las frases del padrenuestro, dice así: y perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Mt 6, 12). Pero Jesús no se conformó con enseñar a orar, al mismo tiempo les enseñó que la verdadera oración consiste en suplicar misericordia al Señor del Cielo y al mismo tiempo a practicarla; en efecto, al terminar la oración Jesús les advirtió: queda claro que si ustedes perdonan a los demás las faltas, también el Padre les perdonará a ustedes sus faltas, pero si no perdonan las faltas de otros, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas (Mt 6, 9-15).
Y volvamos a la escena hermosa de la curación del paralítico, Jesús tuvo misericordia de aquel pobre desdichado, le curó diciéndole: tus pecados te son perdonados. Le dijo también, reiterando su voluntad de sanarlo totalmente: levántate, toma tu camilla y vete a casa.
Jesús, al curar a muchos enfermos, también enseñaba que hay que tener compasión del que sufre y, reconozcámoslo, el que más sufre es el pecador. ¿Quién más triste que un ser cargado de culpa? Creo que por esto Jesús se compadecía hasta al alma de los enfermos. ¡Cuánta aflicción iban cargando! El hombre de la camilla era llevado antes sobre ese camastro, símbolo del dolor, signo de que él no podía cargar absolutamente nada, solo era cargado. O bien, él “cargaba” ese camastro, que simbolizaba su postración su sufrimiento. Ese objeto era una pesada carga, no solo para él, sino también para quienes debían, amorosa o desgraciadamente llevarlo a cuestas y trasladarlo de aquí para allá.
Cuando Jesús le quita esa terrible enfermedad, le ordena que cargue la camilla y que vuelva a casa. Que se levante. Interesante orden. Le dijo levántate, es decir, sal de esa postración, de ese sometimiento al pecado y al mal. “Levántate” puede significar más de lo que parece. Por lo menos así le decimos a quien está postrado por otras razones. Al abatido, al triste, le decimos: arriba, al desanimado le decimos: arriba el corazón, lo mismo al malherido, al desearle la salud y recuperación le estamos diciendo: levántate. Levantarse es dejar camillas, es deshacerse de aquello que rebaja.
Le dijo Jesús: recoge tu camilla. ¡Vaya otra expresión hermosa! Antes el enfermo no podía cargar esa camilla, ésta debía ser levantada por otros para poder mover misericordiosamente al enfermo. Ahora Jesús le ordena cargar esa camilla, es decir, el signo del mal que no podía ser levantado sino por otros, ahora será levantado por el hombrecillo antes triste, que ahora tendrá la alegría de ir a casa “y cargando esa camilla” donde pasó muchos años de su vida dependiendo de los demás. Ahora podrá cargar casi cualquier cosa. Cargar la camilla significa que el mal está vencido. Cargar la camilla es signo de fuerza, de que alguien ha recuperado el señorío sobre su persona; ahora es dueño de sí mismo. Podrá ir a donde quiera, a su casa o con Jesús. Y cargando esa camilla incapacitante, que ahora solo será un recuerdo de tiempos pasados de dolor y de silencio. El hombre debió cargar esa camilla y, al hacerlo, seguramente ese artefacto iba rechinando, como los ejes de la carreta del viejo Atahualpa Yupanqui, tal vez el enfermo se fue cantando, tal vez bailando, tal vez a brincos de alegría, sus piernas eran fuertes, su corazón estaba alegre.
La camilla del enfermo me hace pensar en algo que se le parece mucho: la cruz de Jesús. Efectivamente, cuando Jesús carga esa pesada cruz, esta es signo de muerte, de dolor. Al subir a esa cruz, llega el momento dramático de dar la vida por todos: la cruz, como la camilla, es signo de dolor, de muerte. Pero, cuando resucita Jesús, la cruz se convierte en algo parecido a esa camilla que cargaba el enfermo una vez curado: el algo vencido, en signo de vida. ¡Oh cruz gloriosa!
Le dice Jesús a aquel discapacitado: vete a tu casa. Imagino a todos los que vieron a aquel antes desdichado ahora cargando su cruz de regreso a casa. Lo imagino también a él llegando a casa y encontrándose con sus seres queridos, haciendo una fiesta por el restablecimiento de aquel pobre antes enfermo ahora sano. Imagino los abrazos. También lo imagino trabajando la tierra, o en un taller, o yendo de pesca. Ahora será más útil que antes, ahora podrá colaborar en muchas cosas, dignas de un ser humano.
Jesús tuvo misericordia de aquel hombre, pero con esto enseña también a que sus discípulos la tengan entre ellos y hasta con sus enemigos. Jesús enseña, al mismo tiempo a los judíos que la verdadera religión, la verdadera fe tiene que ver con las leyes divinas, pero absolutamente con el amor, con la compasión. Les quiere enseñar a todos que ese Dios poderoso de los ejércitos, es un verdadero Padre que no quiere que los hijos sufran, que desea dar perdón a manos llenas; que solo es necesario querer recibirlo para estar llenos de vida.
Me parece que el Padrenuestro es una oración de misericordia; en efecto, las peticiones que se contiene en esta bella oración muestran las necesidades del hombre con respecto a Dios: danos hoy nuestro pan de cada día, es suplicar el perdón, el pan de la misericordia; no nos dejes caer en tentación es la súplica de quien no quiere llegar a enfermarse del alma, de quien desea permanecer en el amor de Dios, Padre de Misericordia.
Un artículo escrito por el padre Pacco Magaña, Guardia de Honor de San Luis de Potosí. Mexico.
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