Blog del Sagrado Corazón de Jesús: Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Por: GDH Taide Leticia Martínez Montiel
En el libro de “Vida y Obras de Sta. Margarita”, en su carta LXXX, le escribe a la Madre de Saumaise, el 17 de enero de 1688, y le hace saber el favor que el Sagrado Corazón de Jesús, le desea alcanzar a un alma, de un hombre, del que en este libro no queda revelado su nombre, un hombre por el que Santa Margarita María rogaba al Señor, hasta que le regala estas palabras a Santa Margarita María:
“Queda en paz. Te prometo que, si correspondes mi gracia, dedicándose a tributar particular homenaje a mi Corazón por medio de las virtudes de la paciencia y caridad, no retiraré jamás mi misericordia de su alma; todos los Primeros Viernes de mes mandará decir una Misa, o la oirá, para ponerse él y cuánto le pertenece, bajo mi protección, diciendo todos los días la pequeña consagración.”
Aunque en el libro no redacta la oración de consagración, dejo aquí la primera oración de consagración que Santa Margarita María escribió, a manera de que puedan recitarla todos los días, como el Sagrado Corazón de Jesús pide a este hombre, para alcanzarle su protección; si la pueden recitar después de recibirlo en la Santa Comunión, que es el momento en que estamos más unidos al Divino Salvador, esperando le honremos con lo que a Él le agrada: la entrega completa de nosotros mismos, y dejarnos enteramente a su cuidado:
Primera Consagración al Sagrado Corazón de Jesús por Santa Margarita María Alacoque
Yo ofrezco y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo: mi persona, mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, y no quiero servirme de ninguna parte de mi ser más que para amarle, honrarle y glorificarle. Esta es mi voluntad irrevocable, pertenecerle en absoluto y hacerlo todo por su amor, renunciando de corazón a cuanto pueda desagradable.
Os elijo, ¡oh Sagrado Corazón de Jesús!, por el único objeto de mi amor, el protector de mi vida, el áncora de mi salvación, el remedio de mi fragilidad e inconstancia, para que seáis el reparador de todos mis defectos y mi seguro asilo a la hora de mi muerte.
Sed, pues, ¡oh bondadosísimo Corazón!, mi justificación con Dios vuestro Padre y apartad de mí el rigor de su justa indignación. ¡Oh Corazón amoroso!, en Vos únicamente espero y confío; porque todo lo temo de mi debilidad y malicia, más todo lo espero de vuestra misericordia. Alejad, pues, de mí cuanto se os resista y os desagrade, y haced que vuestro purísimo amor se imprima tan profundamente en mi corazón, que jamás pueda olvidaros ni separarme de Vos.
Os suplico, por vuestra misma bondad, escribáis mi nombre en Vos mismo, puesto que toda mi dicha y mi gloria quiero cifrarla en vivir y morir como esclava (o) vuestra(o). Amén.
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