Blog del Sagrado Corazón de Jesús: Corazón de infinito Amor
El Sagrado Corazón de Jesús, que por amor quiere atraer a las almas, es una fuente inagotable de misericordia, aún cuando le respondemos de mala manera, o no respondemos a su llamado de amor, Él sigue pacientemente amándonos, perdonando todas nuestras ingratitudes cuando nos acercamos al Sacramento de la reconciliación; muchas veces le somos indiferentes. Sabiendo que Él es todo Amor, que nos ama incondicionalmente, no es para que intentemos aprovecharnos de su infinito amor y mansedumbre para pensar que por el momento estamos bien así, dejándolo al margen de nuestra vida y que ya después habrá tiempo (aunque no sabemos si nos alcance la vida) de reivindicarnos o de acercarnos a ver qué es lo que ha estado intentando decirnos, hemos de ser prestos a su llamado, pues este Sagrado Corazón, está vivo, palpitante, siente, ama, y sufre también por nuestras irreverencias.
El Señor nos ama tanto, que al comulgar, se nos entrega completamente en la Hostia Santa, Hostia Inmaculada, ahí está su alma y divinidad, Pan de vida que nos alimenta y fortalece nuestro espíritu, “Quien come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y Yo en él.” (Jn 6, 56) lo menos que podemos hacer, es responderle de la misma manera, entregándonos completa e incondicionalmente a Él, sin peros, nada de “te doy esto, pero esto otro no me lo quites”, amar es darlo todo, tal como nuestro Salvador lo ha hecho, hasta su vida dio, abandonémonos a su divina voluntad, así como Él se complació en hacer siempre la voluntad del Padre, de esta manera, es que podremos amarle con perfección, dejándonos guiar y transformar por el Señor, solos no podemos, necesitamos siempre de su ayuda y guía.
Jesús tiene sed de ser amado, Él mismo le expresó a Santa Margarita María Alacoque: “Tengo Sed de ser amado por los hombres en el Sacramento de mi Amor” (del libro Amar al Amor) pero no se puede amar a quien no se conoce, y si quieres conocer a alguien, ¿Qué haces? Procuras estar cerca de esa persona, le dedicas tiempo, convives con ella, hablan, le escuchas, y con esta convivencia es que más vas descubriendo, y más vas amando; veamos, cuando amas a alguien, ¿Prefieres comunicarte con esa persona solo por teléfono o en persona? ¡Yo prefiero la segunda opción! Si bien habrán ocasiones que no quedará más que comunicación por teléfono, o algún otro medio, hay que aprovechar cuando le podemos tener cerca, disfrutar su compañía, y abrazar. Así mismo ocurre con el Señor, si bien podemos hablarle desde cualquier lugar, hemos también de visitarlo en el Sagrario, hablarle, escucharle, adorarle, dediquémosle tiempo, abracémonos a Él cuando lo recibimos en la sagrada Comunión, comulguémosle con frecuencia, si bien es deber de todo católico asistir a misa los domingos, no podemos conformarnos únicamente con recibir a nuestro amado un solo día por semana, ¡Es Pan de vida eterna! ¿Cómo no hacer lo posible por recibirle todos los días? Si alimentamos el cuerpo diariamente, ¿Por qué no alimentarnos diariamente también de este Pan de vida eterna, de esta fuente que sacia nuestra sed? Procuremos estar en constante comunicación con Él.
El amor no se trata solamente de romanticismo, de sentir siempre bonito, también se trata de hacer algunos sacrificios, de procurar el bien del ser amado, de evitar hacer todo aquello que le dañe, dejar todo aquello que a nosotros pueda resultar agradable pero a Él lo hiera, el Señor le manifestó a Santa Margarita que no recibía de la mayor parte los hombres sino ingratitud, sacrilegios, frialdad y desprecios en el Sacramento de Amor, entonces hemos de poner más atención en nuestra conducta hacia Él, ser más fervorosos, más reverentes al recibirlo y visitarlo, en hacer reparación por nuestras ofensas y las de los demás, debemos vaciarnos de nosotros mismos para dejarle lugar en nuestro corazón, pero no cualquier espacio a tan divina Majestad, sino uno muy limpio, amplio, enteramente despojado de toda impureza, ahora sí que, le debemos todo honor y toda gloria; sabemos que también le entristece que no confiemos en Él, y más que repetir constantemente “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”, debemos realmente sentirlo y creerlo, sentirnos abrasados por el ardor desbordante de amor de su Corazón, y confiar plenamente en que, este corazón vivo, palpitante, nos ama hasta el extremo, y siempre nos ha dado, nos da, y nos dará, todo aquello que es bueno para nuestra alma y dura para la eternidad.
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