• 19/09/2024

Blog del sagrado Corazón de Jesús: Corazón de Jesús, delicia de todos los santos

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Blog del sagrado Corazón de Jesús:

Corazón de Jesús, delicia de todos los santos

Por: GDH Taide Leticia Martínez Montiel

Santa Margarita María Alacoque

Santa Gertrudis

Santa Teresa de Ávila

Santo Tomás de Aquino

San Francisco de Asís

San Gerardo Mayela

San Alfonso María de Ligorio

San Pío de Pietrelcina

San Juan María Vianney…

Innumerable es la lista de los santos que amaron al Señor tan fervorosamente que tenían toda su delicia puesta en la compañía de Jesús; ya sea en el Sagrario, en el vivir la Santa Misa y embeberse a la hora de la Consagración de la Hostia Santa, Sacramento del Milagro de amor más grande de todos los tiempos.

Estamos viviendo el mes de junio, el cual dedicamos a observar el amor del Corazón de Jesús; no debemos dejar escapar los recuerdos de las vivencias de los santos al lado de Jesús: amándole y adorándole; y aunque que vivieron esta delicia al lado del Salvador sus vidas no fueron fáciles en el seguimiento de Cristo, todos y cada uno de ellos sufrieron grandes tribulaciones, cada uno de ellos “tomaron su cruz y le siguieron” con la esperanza, confianza y amor puestos en Él; cada uno de ellos, con la gracia de Dios, y por el hecho de que Jesús nos ama en extremo, fueron socorridos con un cuidado muy especial de “Nuestro Amadísimo Dios”, como lo llamaba San Gerardo Mayela, pues si Él siendo la suma bondad que hace salir el sol aún para los que no le aman, ¿qué no hará por aquellos a quienes le aman y procuran su amor?

Los Santos que tomaré en cuenta en este recuento del amor a Cristo, fueron “consagrados” al Señor, ya en la vida religiosa, ya en el sacerdocio, pero no debemos olvidar que ha habido santos laicos que han amado al extremo al Señor, ni debemos de dejar de lado que la tremenda gracia de amar y adorar el Corazón amante de Jesús debe ser para todo ser creado, pues si hemos sido creados por quién es el amor, todos estamos llamados a vivir “por, con y para su amor”.

Santa Margarita María, hoy comienza esta lista; misionera y apóstol del Sagrado Corazón de Jesús, desde su más tierna edad le amó y adoró con una intensidad tan grande que también es conocida como la santa “seráfica” por parecerse a estos ángeles que viviendo tan cerca de Dios, le adoran incesantemente; vivió grandes tribulaciones desde su niñez: la muerte de su padre, una terrible enfermedad que la tenía postrada en cama, sanada por la Santísima Virgen María, vivió en una época terrible de herejías, la gente enfriada en amor por el temor a Dios, temor que los alejaba de Dios. Entra en el Monasterio de la Visitación de Paray-le-Monial bien lejos de su familia pues quería dedicarse por completo a la vida religiosa a disfrutar la compañía de Jesús, amarle y adorarle con toda su alma, Nuestro Señor la elige precisamente para difundir la devoción a su Sagrado Corazón, misión que le costó humillaciones de todo tipo pues era una devoción nueva, ¿Y por esto huyó de la cruz? ¡No!, al contrario puso todas sus delicias en pasar largas horas frente al Sagrario, recibiendo los más grandes consuelos de su amado esposo, perseveró en amor, hasta los últimos momentos de su vida, siendo éste su último consejo: “Ama al Amor, pero ámalo con perfección”.

Santa Gertrudis tanto puso sus delicias en el Corazón de Jesús, que le alcanzó la gracia de recostar su cabeza en su adorable pecho en dos ocasiones, igual que el Apóstol San Juan. Santa Gertrudis dejó su educación del mundo, por llamarlo así, para dedicarse al estudio de las cosas de Dios, tenía conocimientos culturales y teologales muy altos y aun así era bien consiente Santa Gertrudis de todas las debilidades y miserias que había en su vida, y a la vez consiente que nadie más que Jesús podía suplirlas, sustituirlas y transfórmalas, derroche de humildad que fue esta santa. También ella llevó su cruz, una cruz de aridez espiritual, en la que la embargó la tristeza y depresión, pues a pesar de ser fervorosa en amor a los demás nunca había experimentado ese amor hacia ella, y eso fue de alguna manera tentación que puso en riesgo su vocación religiosa, pero el Señor le concede una gracia muy especial, le concede verlo en su etapa de adolescente, muy hermoso el joven de Nazaret, y por esa visión ella entiende que además de Dios también es hombre, y también tiene un Corazón humano, era un Dios que la entendía y a quien podía tocar y ver; en esa ocasión le dice Nuestro Señor a Santa Gertrudis: “Vuelve a mí, y yo te embriagaré en el torrente de mis delicias divinas”, y así fue, la comprensión de este Dios hombre que tiene un Corazón humano que se encarnó por amor a todos, por amor a ella, le cambió la vida, se puede decir que le cambió el corazón, pues a partir de esto lo sintió tan cercano y amigo, que eso bastó para dejar aquella depresión que le embargaba.

Santa Teresa de Ávila, de una amor inmenso entregado, sin reservas y con un respeto enorme que le tenía al Señor, que siempre llamaba “su Soberana Majestad”, pero este respeto nunca fue motivo de distancia entre ella y Él, nunca lo vio lejano e inalcanzable, así como de grande era su respeto y elegante su manera de dirigirse a Él, así o más grande fue el fervoroso amor que sintió por Él; tenía grandes momentos de oración en donde vivía el abandono extremo, que grandes gracias extraordinarias le concedió su “Dulce Amor” por ello, pero lo más extraordinario fue ese amor entero, que ya vivir le parecía lo menos, que deseaba ya morir para llegar al lado de quién amó en extremo: “Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero”.

Santo Tomás de Aquino, llamado también “el doctor angélico”, de una ciencia admirable, hambriento de encontrar la verdad que solamente proviene de Cristo, pues además de haber escrito los más grandes libros sobre teología, herencia gigante para la iglesia, destacó por su amor a la Santa Eucaristía, escribiendo los himnos más hermosos que tenemos desde hace siglos; para la institución de la fiesta del Corpus Christi por encargo del Papa Urbano IV, que sabía del inmenso amor que tenía a Jesús Eucaristía, “el doctor angélico”, puso todo su amor, todas sus delicias en la contemplación de tan excelso Sacramento: “Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte…”

San Francisco de Asís, está es la más grande conversión que yo más admiro, pues dejó todo, sin voltear atrás por ningún motivo; ha sido el Santo que ha vivido la pobreza al estilo más parecido a Jesús, es también llamado “seráfico” ya que se perdía en la contemplación en la oración, en el seguimiento de Cristo y del Evangelio que es la manera en que se llega a conocer el Corazón de Cristo más vivamente, enamorado del Amor, enamorado de Jesús, siguió tan de cerca la vida de Nuestro Salvador, que su testimonio de vida sostuvo a la Iglesia, haciéndola renacer en el amor y seguimiento de Cristo. El santo rezaba una sencilla oración llena de humildad y sabiduría de Dios, pues mencionaba las virtudes teologales que todo Cristiano Católico debe tener: “Oh alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para seguir tu santo y veraz mandamiento.”

San Gerardo María Mayela, un santo que deseó tanto ser religioso redentorista que se escapó de su casa y a pesar que no le querían aceptar en dicha congregación perseveró de tal modo que le aceptaron aún con su complexión “no apta” para un misionero, pues era muy delgado y de débil salud, pero con una voluntad bendecida por el Señor; tenía un amor tan grande por Jesús que le mencionaba de las maneras más tiernas y llenas de amor: “mi amadísimo Dios”, “prisionero de Amor” por estar de constante atrapado en el Sagrario, y era tan grande el amor que le tenía que dormía a un lado del Sagrario; destacaba en su caridad y mortificación por los demás, así como de una obediencia sufrida, pues de la cruz no escapó; en una ocasión le levantaron un falso del cual él dejo en manos de Dios sin querer defenderse de la acusación; le mandaron en obediencia la más grande espina que le clavó el corazón: no comulgar y no dirigir una sola palabra a sus hermanos de congregación hasta que se aclarara todo, y por más que le pesó cumplió dicha obediencia, pues no recibir a su Amadísimo Dios en comunión fue gran tormento, que no le quedaba aliento para respirar sin Él, como el mismo Gerardo decía a los pies del Prisionero de Amor, y obedeció sin poner ninguna objeción, hasta que la verdad salió a flote y levantaron el castigo a San Gerardo. Un santo más que ponía sus delicias, su confianza y su amor total en Dios que sus últimas palabras al morir, a sus 29 años, fueron: “Muero tranquilo porque todo lo he hecho por el amor de Dios.”

Y para seguir en la misma línea de “redentoristas”, y porque no se puede dejar de mencionar, recordemos a San Alfonso María de Ligorio, Que fue el superior de San Gerardo María Mayela, fundador de dicha congregación, y tiempo después llegó a ser obispo. Enamorado del Corazón de Jesús vivo en la Eucaristía, y dedicado a hacerle amar, para reparar las ofensas recibidas en el Santísimo Sacramento, se dio a la tarea de hacerle amar, de manera que todo lo dejó por escrito, en su conocido librito de “Visitas al Santísimo”, un libro en que se refiere con tal dulzura al Salvador que es capaz de enamorar a todo aquel que lo lea, enamorarlos del Corazón de Jesús, presente en la Eucaristía siempre esperando, llamando y recibiendo a todos cuantos van a visitarle; escribió una reflexión para cada día, en las cuales nos acerca al conocimiento de este amante Corazón, pues con especial cuidado toma las citas bíblicas más hermosas que hablan del amor de Dios y del cuidado especialísimo que tiene para con los hombres, así como escritos de los Santos más enamorados de tan Sublime Amor. San Alfonso pasaba sus mejores horas al día delante del Santísimo Sacramento, tan grande fue su amor a la Eucaristía ya sea en la adoración y en la Santa Misa que, producto de ese amor, también escribe un pequeño cuadernillo que llamó “la misa maltratada” en la que describía la frialdad con que los sacerdotes trataban al redentor en tan sublime Sacramento, escrito en el intento de querer hacer entrar en razón a sus hermanos sacerdotes, San Alfonso aseguraba: “Si yo no hubiera sido devoto de recibir con frecuencia la Eucaristía… hubiera sucumbido a las embestidas del enemigo. No lo dudes. Pero ya entonces llegué a descubrir dónde estaba la fuerza para vencer…”.

Dos Santos más me faltan tratando de resumir comentaré lo esencial de cada uno, de San Pío de Pietrelcina lo más admirable para mí, es que se daba el tiempo de adorar al Señor cuando por sus manos de sacerdote, ungidas, y con la gracia de Dios, consagraba la Hostia Santa, que se embebía en ese momento glorioso en qué ocurría el gran milagro: “el Cuerpo y la Sangre de Cristo”, presente para siempre y al cuidado de sus Hijos, promesa perenne, producto del gran amor que brota del Corazón de Jesús.

Ya casi llegada a su final la lista de los santos que admiro por su amor al Señor de Señor y Rey de Reyes: Jesucristo, con su corazón inflamado de amor por cada uno de nosotros, me resta preguntar ¿Cómo piensas vivir este mes tributado al Corazón de Jesús? ¿Pondrás tus delicias en procurar su amor? ¿En visitarle en el Sagrario, en comulgarlo en la misa?, porque su amor no es lo para unos pocos; su amor es para todos, basta que le quieras recibir…

Y por último San Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes, qué mejor manera de describir lo que sentía este santo por el Corazón de Jesús, que con una oración en la que vacío su corazón:

“Te amo, mi Dios,

y mi solo deseo es amarte

hasta el último respiro

de mi vida.

Te amo, oh Dios infinitamente amable,

y prefiero morir amándote

antes que vivir un solo instante sin amarte.

Te amo, Señor, y la única gracia que te pido

es aquella de amarte eternamente.

Dios mío, si mi lengua

no pudiera decir que te amo en cada instante,

quiero que mi corazón te lo repita

tantas veces cuanto respiro.

Te amo, oh mi Dios Salvador,

porque has sido crucificado por mí,

y me tienes acá crucificado por Ti.

Dios mío dame la gracia de morir amándote

y sabiendo que te amo.

Amén.

 

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