• 19/09/2024

Blog del Sagrado Corazón de Jesús: Corazón de Jesús paciente y de mucha misericordia

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Blog del Sagrado Corazón de Jesús: Corazón de Jesús paciente y de mucha misericordia

Por: GDH Taide Leticia Martínez Montiel

Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,

por tu inmensa ternura borra mi delito,

lávame a fondo de mi culpa,

purifícame de mi pecado.

Salmo 51, 34

 

Así pedía el Rey David “misericordia” –tal cual se llama este hermoso salmo– a Dios Padre; “el pecador –el Rey David– siente el peso de sus faltas y el poder del perdón que renueva el corazón”; y es que el rey David conocía muy bien el actuar de “su Señor”. David, siempre orante, en las buenas y en las malas, en todo momento, le alababa y le amaba; sabía de su fidelidad, y del perdón que Dios podía darle; ese estado orante era lo que mantenía esa unión entre Dios y el rey, por lo que David le tenía tal confianza que no escondió su pecado, sino que, más bien, al darse cuenta de su error, fue hacía él como el hijo al Padre, con todo su arrepentimiento, sí, pero también con toda su confianza puesta en la misericordia de Dios, y es esa misericordia que Dios da lo que le renueva el corazón.

“Muéstranos al Padre” (Jn 14, 8), le decía Felipe a Nuestro Salvador, a lo que Jesús respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?”. Aquí Felipe dejaba ver que no tenía presentes las Escrituras, puesto que no tomó en cuenta lo que Dios Padre hizo por el pueblo de Israel, o por el rey David, como acabamos de citar; seguida a esta respuesta de Jesús, viene una explicación que el Señor le da con “toda paciencia”: le habla del Padre, de cómo permanece el Padre en Jesús y a su vez Jesús en el Padre, y hasta es necesario que le señale las obras que el mismo Jesús, frente a Felipe y los demás discípulos ha realizado, obras que acreditan su condición de Hijo de Dios, obras que dejan ver su misericordia con todo aquel que se le acerca y teniendo el corazón dispuesto a aceptarle; Jesús es paciente y además es misericordioso como el Padre.

“Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito”. David es conocedor del amor de Dios, ve manifestada la ternura de Dios hacia él, Dios lo elige y unge como rey, lo auxilia y lo bendice en cada situación de su vida; reconoce David toda la bondad y ternura que hay en Dios, por eso no duda en acercarse a Él, para pedir perdón por su culpa y sabe que Dios también es capaz de purificar su corazón de la maldad que había penetrado en él, pues él mismo le dice: lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado”, es decir, David conoce el poder de Dios y la gracia santificante que es capaz de purificar su corazón.

A Jesús muchas veces los fariseos, escribas e incluso sumos sacerdotes le juzgaban y no entendían por qué Jesús podía perdonar los pecados, no reconocían el poder de Dios Padre en Jesús, no reconocían la gracia que le venía del Padre, no reconocían la misericordia tan grande que Jesús mostraba al perdonar los pecados, perdón que purifica, ¿Será que no tenían esa unión con Dios Padre para no reconocer las obras del Hijo de Dios? Sin embargo hubo muchas personas que por el puro hecho de que Jesús por su gran bondad les perdonaba sus pecados, en ese momento no dudaban, al contrario le abrían su corazón totalmente al sentir su perdón; a la mujer sorprendida en flagrante adulterio, los mismos escribas y fariseos se la llevaron al templo para acusarle de su pecado, y Jesús, paciente, comenzó a escribir en el suelo con el dedo, los fariseos seguían insistiendo, por lo que Jesús, con esa paciencia, prudencia, tacto que tiene para cada situación que se le presentaba, les responde: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn 8, 7); al insistir Jesús y seguir escribiendo en el suelo, se retiran y, al quedar a solas con la mujer, que permanecía allí incorporándose, le preguntó: ‘Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?’. Ella respondió: ‘Nadie, Señor’. ‘Yo tampoco te condeno’ le dijo Jesús. ‘Vete, no peques más en adelante’”. (Jn 8, 9-11). En esta ocasión Jesús fue paciente con ambos, pues los escribas y fariseos sí conocían la ley; Jesús, al escribir en el suelo, les recuerda eso; el evangelio también menciona que cuando se retiraron comenzaron por hacerlo los más ancianos, es decir los que tenían más “sabiduría”, sí, conocían la Ley, pero no tenían algo: misericordia; con la mujer Jesús es paciente, pues en realidad había cometido el pecado, ella no lo desmiente y Jesús le dice que no la condena, que se vaya y no peque más, es decir le da el perdón, misericordioso como el Padre, porque en realidad Jesús tuvo paciencia tanto como con los conocedores de la Ley como con la mujer, y también los dos recibieron misericordia; a cada uno desde su estado, a ellos les recordó lo que ya sabían, les corrigió y eso también es misericordia; y a ella también: y lo hizo a solas, corrección fraterna perfecta la de Jesús.

Y bien podríamos mencionar muchos otros versículos donde Jesús muestra el rostro misericordioso del Padre, que es uno mismo que el del Hijo; su “paciencia longánima”, como decía Santa Gertrudis, más especialmente con los pecadores, los pobres, los enfermos, los más débiles; a los que no saben les enseña, les muestra su bondad, ternura, amor, les perdona, y a los que sí saben también les enseña la plenitud de la sabiduría; Jesús es misericordioso y es así como logra grandes cambios del corazón en todo aquél que se le acerca; en su bondad a los demás, sean quienes sean, logra la renovación del corazón.

De esta reflexión en cuanto a David y su relación con Dios Padre, y Jesús y su relación con escribas y fariseos, así como con pecadores, podemos ver reflejada nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús, en tanto a la confianza que hemos de poner en Dios todos nosotros pecadores, y que aun ante el peor de los pecados no hemos de perder de vista su infinita misericordia, así que hay que acudir a Él recordando también siempre su bondad y su ternura ya que Jesús es misericordioso como el Padre; y si somos llamados a imitarle, hemos de hacerlo también siendo misericordiosos con el otro, sea quien sea. En tanto a Jesús Sacerdote, con los fariseos, escribas y nosotros pecadores podemos vislumbrar dos promesas del Corazón de Jesús en esta reflexión: sexta promesa: los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia; y la décima promesa: daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos. La clave nos la da el título: Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia.

Dios Sea Bendito