• 21/11/2024

Blog del Sagrado Corazón de Jesús: Creer es ver

Blog del Sagrado Corazón de Jesús: Creer es ver

(Jesús) se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado (Mc 16, 12-14).

Sabemos que las mujeres son los primeros testigos de la resurrección; lo vimos en las dos narraciones que de esta verdad san Marcos refiere en su evangelio. Primero varias mujeres, segundo solamente María Magdalena.

Recordamos también la indicación de Jesús a ellas: “digan a los discípulos que vayan a Galilea, allá me verán”. Y bien, pues María Magdalena fue hacia los discípulos a cumplir esta orden, pero ocurrió que ellos no le quisieron creer. Así que en primer lugar las mujeres echaron en cara a los discípulos la verdad de la resurrección, y ellos no aceptaron la noticia. La razón de los discípulos estaba oscurecida.

Es cierto que el ser humano es científico de por sí, necesita datos de la experiencia, necesita pruebas, necesita razones, necesita argumentos, estadísticas, registros, datos previos, hechos verificables para creer en esta o tal cosa. De lo contrario difícilmente se puede tener una cosa por verdad.

Y Jesús les había advertido que debía morir dramáticamente a manos de los sumos sacerdotes y de los ancianos (Mc 8, 31s; Mt 16,21s; Lc 9, 22s); ellos escucharon a Jesús decir esto varias veces: en la transfiguración (Mt 17, 1-9; Mc 9, 2-9)), en el camino a Jerusalén (Mt 20, 17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18, 31-33), en diversos momentos. También lo escucharon decir que al tercer día él iba a resucitar.

Y ellos, los discípulos más cercanos a Jesús, sus apóstoles, vieron que las palabras de Jesús se cumplieron como él lo había dicho. Fueron testigos del proceso de estos hechos. Lo supieron muerto. Pero de la resurrección no creyeron. Y lo mismo les advirtió Jesús tanto de su muerte como de su resurrección. Incluso días antes él había instituido el sacramento de la Eucaristía y el del Orden hablando de su sangre derramada y de su cuerpo para la vida del mundo (Mt 26, 26-28). Pero ni aun con esto ellos pudieron ver que Jesús ya había anticipado estos hechos.

Ellos recibieron el anuncio de la resurrección pero no creyeron. No tuvieron por cierto este hecho. Pensaron que las mujeres estaban trastornadas, tristes, fuera de sí; pero ocurría lo contrario, quienes tenían la mente embotada, quienes estaban tristes y con miedo, quienes estaban ensimismados e incapaces de comprender la verdad de la salvación eran ellos, porque las mujeres fueron testigos de la resurrección por el anuncio de aquel joven de vestiduras blancas y por medio de Jesús (María Magdalena).

Ellas no estaban tristes, estaban felicísimas. Habían visto el sepulcro vacio y a aquel joven resplandecientemente blanco, habían escuchado decir que el Señor había resucitado, que él vivía. Ellas ya no tenían ni tristeza, ni miedo, ni dudas. Ellas estaban convencidas de la verdad de la resurrección y María Magdalena fue corriendo a anunciar esta verdad a los amigos de Jesús.

¿Por qué no se hizo presente Jesús en primer lugar a sus apóstoles? ¿Por qué las mujeres fueron las primeras en ser testigos de este hecho?

Si leemos el evangelio de san Lucas encontramos que se aparece Jesús a los discípulos de Emaús, los cuales no forman parte del grupo de los doce; y de camino a la aldea él les va explicando aquello que las escrituras decían acerca de él; cuando Jesús parte el pan aquella noche, ellos se dan cuenta de que quien ha caminado con ellos aquella tarde al caer el sol es su amado Maestro, entonces Jesús se desaparece de su vista y ellos emprenden el regreso ya de noche para avisar a los apóstoles, los cuales (también según san Lucas), no habían visto al Señor, ni tampoco habían visto ángeles, solo el sepulcro vacío. Una cosa sí es segura: los apóstoles no supieron de primera mano la noticia de la resurrección de Jesucristo, ellos recibieron la noticia de parte de otros.

Es probable que haya sido de esta manera porque Jesús dispuso que el hecho de la resurrección tuviera más que ver con el anuncio que con el haberlo visto. Es decir, que no hace falta ver para creer en este hecho portentoso. Que a lo que hay que atender es al anuncio, a la palabra. Hay que creer en la predicación. Esto es fundamental. Para eso los apóstoles estuvieron con Jesús, para escucharlo, para convivir con él, para aprender de él y para ser enviados como sus testigos (cf. Mc 3, 13s).

Pensemos, ¿cómo podrían ser sus testigos estos apóstoles si no recibían el anuncio de la resurrección de la misma manera en que lo recibirían los que los escucharían a ellos en el futuro? Los apóstoles no eran solo enviados a ser testigos de la resurrección, sino de la verdad, de la verdad de Jesucristo, de la verdad de todas sus palabras, de la verdad del evangelio. Ellos debieron escuchar el anuncio de la resurrección de la misma manera que lo habían de recibir el resto de los hijos de Israel, en primer lugar, y todas las naciones de la tierra después. Seguramente Jesús quiso disponerlo así para que ellos acrecentaran su fe; que tuvieran en claro que la resurrección es un hecho de fe, que tiene que ver con el anuncio; que no se trata de una verdad de orden científico, que para creer no hace falta ver, porque la fe es otra manera de ver, que supera a los sentidos. El ver de la fe es más profundo, más verdadero, más cierto. La resurrección no es una verdad para ver, sino para creer. Es decir, la resurrección es para ser anunciada y para que por este anuncio se crea.

Dice san Marcos que no solo no le creyeron a María Magdalena el anuncio de la resurrección de lo que ella fue testigo al ver a Jesús resucitado, sino que, además, otros que vieron al Señor resucitado fueron a contarlo a los apóstoles, pero tampoco a ellos les quisieron creer.

Ahora, al leer estas pocas palabras acerca de la resurrección, encontramos que Jesús se aparece a los once apóstoles. Y les echó en cara su falta de fe. Esto es algo que a menudo Jesús hacía; les echaba en cara su poca fe, su incredulidad, les hacía patente su falta de fe, seguramente les hacía sentir vergüenza. ¿Cómo es que podrían anunciar algo a los demás si ellos, que recibían las mismas noticias, sin ver no creían? Se supone que ellos anunciarían también a otros tales que sin ver deberían creer; los apóstoles, más que ser testigos de la resurrección estaban siendo enviados y escogidos para ser testigos de la fe, hombres creyentes en el absoluto poder de Dios que hace maravillas, que resucita a los que han muerto y que resucitó él mismo. Empresa difícil la de estos apóstoles.

Y ellos habían visto a Jesús resucitar muertos: a la hija de Jairo (Mc 5), al joven hijo de una viuda de Naím (Lc 7, 11-15), a Lázaro (JN 11, 43-44). Ellos lo habían visto transfigurado, lo habían visto caminar sobre las aguas lo habían visto multiplicar panes y peces, los mismos panes y peces que ellos habían repartido a las multitudes. ¿Cómo es que no creían ahora?

He dicho antes que ellos no quisieron creer. Una cosa es no creer y otra es no querer creer, esto es, resistirse a creer. No tener fe es grave, pero resistirse, oponer resistencia lo es aún más. Esta es la advertencia que hará Jesús a estos mismos apóstoles el día de la ascensión: “el que crea y se bautice se salvará, el que no crea será condenado” (Mc 16,16). Y también lo que dijo a Tomás, según el evangelio de san Juan: “tú crees porque me has visto, dichosos los que creen sin haberme visto” (cf. 20, 29). De lo cual se concluye lo que he dicho también anteriormente: que creer es una forma de ver, sobrenatural y más perfecta; creer es ver con los ojos de Dios.

 

Artículo escrito por el Padre Pacco Magaña, sacerdote de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús, en SL, Mexico.