El Bautista y su testimonio
Pacco Magaña
Juan da testimonio de él y clama: “Este era del que yo dije: ‘El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’” (Jn 1, 15).
San Juan, al principio de su evangelio, intercala sus reflexiones con testimonios acerca de san Juan Bautista. El autor parece interrumpirse momentáneamente para no olvidar la importancia del testimonio del Bautista en todo lo que significa el Kerigma.
Ahora presenta a Juan Bautista declarando abiertamente que él no es el Mesías, sino su precursor. Él asegura que se acerca otro, que no solo es más grande, sino que es preexistente.
Esta es la grandeza del Bautista. Él no se adjudica nada. Él sabe y reconoce que es un enviado. El que viene es más grande. Y dice el Bautista, que no se trata de que este venga después, sino que, es anterior en el tiempo.
Es interesante esta manera de hablar del Bautista. El Hijo de Dios, que vendrá después de él, en realidad ya ha venido, porque siempre ha estado. Es, nada menos, el Dios de este pueblo. Viene detrás, pero se pone delante. En realidad, no se trata de que se ponga delante, sino de que siempre estuvo delante del Bautista y de todo, según lo dice también el autor de este evangelio: en el principio ya estaba, y el universo fue hecho por él y nada se hizo sin él.
Juan Bautista es alguien que no viene al mundo a buscar ser reconocido, sino a reconocer y a dar a conocer al motivo de su vida y de su ministerio y predicación: Jesús, el hijo de Dios. Él siempre tuvo claro el objeto de su vida. Hay quienes, aseguran que, incluso antes de que Juan naciera, al saltar de gozo en el vientre de Isabel, cuando María vino a visitarla, ya estaba dando testimonio de aquel que es anterior a él, de aquel a quien vino a prepararle el camino. Esto significaría que desde el vientre materno Juan Bautista sabe el propósito de su vida: ser el que anuncie la cercanía del salvador del mundo.
“El que viene detrás de mí tiene precedencia sobre mí porque ya existía antes que yo”. Frase enigmática que parece jugar con el presente, el pasado y el futuro. En efecto, hay alguien en el presente, que es Juan el Bautista; él anuncia que vendrá alguien después de él, alguien que se presentará en el futuro próximo, se refiere a Jesús de Nazaret. Por otro lado, Juan dice que este que vendrá es alguien que viene detrás de él, pero que tiene precedencia sobre él. Este que viene es Jesús, el mismo de ayer, ahora y siempre. Tiene precedencia, es decir, no es que viene detrás de Juan, sino que viene delante de él también.
El que Jesús venga detrás del Bautista significa mucho más; en el lenguaje de san Juan, autor de este evangelio, significa precisamente que es eterno. No solo es antes que Juan, sino que es anterior a todo. El que tenga precedencia, es decir, que vaya delante de él, también quiere decir, por lo menos, dos cosas: en primer lugar, que Jesús es más importante que el mismo Juan, que solamente es su precursor. Y, en segundo lugar, que Jesús es camino. Nadie puede anunciar a Jesús si no es enviado, y el que envía es primero, es decir, es el principal. Jesús es, como dirá de sí mismo, “el camino, la verdad y la vida”; en ese sentido, Jesús precede. Se puede decir que Juan camina en él, pues el camino es anterior al caminante.
Muchas veces Juan reconocerá que Jesús es quien importa. Toda la obra del Bautista está orientada a preparar a Jesús un pueblo que lo reciba, que lo reconozca. Con todo, al parecer no muchos en Israel hicieron caso al Bautista. De cualquier manera, él realizó su misión de acondicionar todo para el tiempo de Jesús y además lo presentó y acreditó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y lo bautizó como señal de lo alto. Dio también el testimonio de haber visto al Espíritu Santo bajar y posarse sobre él.
Hoy hacen falta personas como el bautista. Necesitamos personas que den testimonio de Jesucristo, sin otra ambición que la de abrirle paso al Señor en medio de esta tierra. Hoy hacen falta precursores, personas que hablen de Cristo y ayuden a otros a recibirlo en el corazón y en la vida. En nuestra Iglesia tenemos, en efecto, muchos grupos, asociaciones de fieles y movimientos, servicios, institutos religiosos, monasterios, familias religiosas, con diversos carismas. Y es necesario que en cada uno de estos ambientes se dé a conocer a Jesucristo, pero que se muestre a nuestro Señor como alguien que es precedente, alguien que viene delante; porque es camino, que viene detrás; porque es al que anunciamos, que, en efecto, vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos; y es el que va con nosotros alentando nuestro caminar, pues aseguró a su Iglesia, representada en los apóstoles, que permanecería entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
No es descabellado pensar que podemos ser un poco como el Bautista, pues él anunciaba a alguien que vendría en el futuro próximo, como decíamos hace un momento, mientras que nosotros, como Iglesia fiel a su Señor, anunciamos a este mismo Jesucristo que vendrá, no sabemos cuándo, pero es un hecho. Jesús vendrá, y tal vez pronto. No lo sabemos, por ello debemos anunciar continuamente que él ya viene, que está cerca. En efecto, este era el mensaje del Bautista. Él anunciaba a alguien que venía detrás de él y que estaba cerca. Su mismo mensaje expresaba la urgencia por la inminente llegada del Cordero de Dios.
Juan Bautista repetía todo el tiempo que había que enderezar los caminos del Señor, hacer algo, cubrir los baches, rebajar las colinas, vivir la rectitud, una vida justa y misericordiosa. Tampoco se callaba la boca. Todo el tiempo estaba urgiendo a los habitantes de Israel a cambiar de mentalidad, a orientar su vida, a volver a Dios de corazón. El bautismo que él administraba era la señal de que alguien, aquel que recibía este bautismo, quería, en verdad, esperar la inminente llegada del hijo de Dios, para seguirlo, para escucharlo, para servirlo.
Por ello, recordemos, el Señor nos quiere precursores, nos quiere como el Bautista. Una buena espiritualidad para nuestros días puede ser, en efecto, la de Juan, ser personas que están seguras de Jesucristo, que lo aman y que lo esperan, pero también que lo anuncian. El Señor quiere que todos los hombres se salven. Se supone que nosotros, los que amamos a Cristo debiéramos también desear esto mismo, que todos se salven, y colaborar con ello mediante el anuncio de esta verdad: el Señor ya viene, está cerca.
No solo se trata de anunciar, es preciso vivir también como quien espera a Jesucristo, como quien vive mirando al cielo para ver si ya está cerca. Esto es, vivir vigilantes. No puedo anunciar que el Señor viene si no tengo actitud de espera, si no vivo lo que predico, si no lo creo realmente. Porque una cosa es segura, es cierto que el Señor ya viene. Anunciémoslo en nuestros grupos eclesiales. Aprendamos a dar testimonio de Jesucristo como el Bautista. Él anunció, él dio testimonio de la cercanía de nuestro Señor, y le tocó verlo y presentarlo ante el pueblo de Israel. Ningún otro profeta tuvo esta dicha tan grande. Nosotros no nos cansemos de ser testigos de este Señor al que esperamos y que viene pronto; seríamos muy dichosos si, en efecto, nos tocara también presenciar a aquel al que anunciamos, a aquel a quien le preparamos el camino, a aquel a quien amamos y ansiamos su llegada. No sabemos cuándo vendrá. Solo sabemos que será pronto, sabemos que puede ocurrir en cualquier momento, en cualquier día. Vivamos preparados para este encuentro, pero ayudemos a que otros también estén preparados para esto mismo. Demos testimonio, no solo de que ya viene aquel que nos precede a todos, sino también de nuestra espera sincera y amorosa. El amigo, el esposo de la Iglesia, el amado, ya está cerca.