Blog del Sagrado Corazón de Jesús: La verdad de la resurrección
Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: “Digan: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y les evitaremos complicaciones”. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy (Mt 28, 11-15).
Las mentiras se esparcen con mucha velocidad. Te inventas algo, haces correr la voz, y la cosa se hace sola; hormiguea, corre como un río; cuando alguien quiere averiguar la verdad ya es tarde, pues corrió de boca en boca; todos dicen lo que oyeron, pero nadie puede asegurar la veracidad de las palabras y menos de los hechos.
Por lo contrario, el evangelio, la verdad, siempre tiene un sustento en la honradez, porque el evangelio y la verdad son cosas de testigos, no se trata solo de que “a mí me lo dijeron”, sino de que yo puedo decir quién me lo dijo. En el caso del evangelio, podemos asegurar, que nos lo dijo la Iglesia. Y la Iglesia no es solo alguien que asegura la verdad; la Iglesia es un cuerpo, y su cabeza es Cristo; por lo tanto, lo que la Iglesia dice es la verdad de la fe.
Y ahí iban aquellas mujeres con una verdad que se les dijo y de la que son testigos. Mientras tanto, los guardias, también llevan un mensaje, a los sumos sacerdotes; sin embargo, los sacerdotes ordenaron a aquellos guardias difundir una versión diferente de los hechos; la verdad que ellos conocen les fue cambiada por una mentira; y los sacerdotes y ancianos tienen también la verdad, aquella noticia que los guardias les hicieron saber, pero prefieren difundir una mentira; saben la verdad, pero no están dispuestos a ser testigos de ella.
Las mujeres piadosas iban en busca de los apóstoles para llevarles la feliz noticia de la resurrección, para manifestarles la alegría de haber visto a su Señor resucitado. Se encontrarán con los apóstoles y con el grupo más cercano de Jesús, los discípulos. Eran portadoras de una verdad. Ellas anunciarán lo que vieron en el sepulcro y en el camino. Son solo unas cuantas, pero serán suficientes para que la noticia de la resurrección se propague, quizá lentamente, ya que la predicación del evangelio supone el encuentro personal y comunitario con Jesucristo. Ellas van a decirlo a los discípulos, que son como una familia; estos a su vez, serán enviados por Jesús a llevar el anuncio del reino de los cielos a todas las naciones, lo cual supone tiempo, trabajo, disposición, desvelos, incredulidad de los que escuchan; no fue fácil llevar el evangelio por todos los rincones de la tierra, esto llevó demasiado tiempo, años, siglos; muchos creyeron, por el testimonio de aquellos convencidos hombres y mujeres que atestiguaban con milagros y con su martirio la verdad de Jesucristo. La predicación del evangelio estuvo llena de persecuciones por siglos. Aún hoy los cristianos somos perseguidos en muchos lugares. Hoy también se ataca a la Iglesia de Jesucristo, incluso por quienes creen en él, pero son radicales en un punto o en otro. La iglesia, lo mismo que su mensaje, ha sido rechazada siempre, pero por la gracia de Dios, se mantiene en pie debido a que muchos, llenos del espíritu de Jesucristo, del amor del corazón de Cristo, no se cansan de anunciar y de dar testimonio de su fe.
Y, si bien, la predicación del evangelio, esto es, de la verdad más clara del universo, se ve expuesta a la incredulidad de muchos oyentes, pasa lo contrario con las mentiras y la deformación del evangelio; de hecho, hace falta solo ver los diarios digitales de la actualidad, tan llenos de noticias falsas o apócrifas y con todo, son creídas y compartidas por muchos en las redes, debido a la rapidez de la telefonía móvil y el Internet, que es como un universo paralelo al nuestro. La verdad se duda o se niega, mientras la mentira o las noticias falsas se creen.
El evangelio declara que los guardias fueron a decir la verdad a los sumos sacerdotes, pero estos, a su vez, aun escuchando la verdad, prefirieron seguir con sus mentiras para conservar sus privilegios, su posición política ante Roma y el respeto del pueblo judío. Se inventaron, inmediatamente una mentira, haciendo un breve “concilio” y decidieron propagar, valiéndose de aquellos guardias sin principios morales y sin fe, lo que ellos querían que no fuera cierto: la resurrección.
Para decir y propagar mentiras hace falta solamente un mentiroso que diga a otro una noticia falsa; éste otro, a su vez, encontrará a otro y le dirá lo mismo y será creído, y así, cada cual cuenta a unos cuantos la mentira que ha escuchado; en poquísimo tiempo aquella falsedad circulará como epidemia que infecta a cuantos la aceptan y aquella misma mentira será cada vez aumentada (que no enriquecida) con algunos argumentos o inventos de más, que terminan por hacer de ella todo un sofisma, un antónimo del evangelio.
Y los sacerdotes judíos sabían las tablas de la Ley, conocían que no se debe levantar falso testimonio ni mentir. Y ellos, con todo y eso, deciden inventar una ficción con el fin de desacreditar cualquier mensaje que refiriera la resurrección de Jesucristo. Pero, ¿se puede callar la verdad? No. Imposible. Jesús lo advirtió a sus discípulos diciéndoles que nada hay oculto que no llegue a saberse, que lo que se dice en secreto se deberá pregonar desde las azoteas (Lc 12, 2-3); también les dijo que habría falsos profetas (Mt 24, 24), pero que el árbol se conoce por sus frutos (Lc 6, 44).
Pero los sacerdotes judíos eran experimentados falsificadores de testimonios. En efecto, desde el principio de la predicación del evangelio ha habido opositores al plan divino de la salvación. Falsos profetas, falsos testigos. Eso hicieron cuando conspiraron contra Jesús, buscaron la manera de hacerlo quedar mal parado ante el pueblo, ante el sanedrín, ante Pilatos y ante cualquiera. Recordemos que buscaron testigos falsos que dijeran verdades a medias o mentiras; aunque no les funcionó muy bien, pues cada testigo falso daba una versión diferente acerca de la predicación y obras de Jesucristo, y al no estar totalmente de acuerdo (Mc14, 55-56), no lo podían acusar, sin embargo, lo intentaban usando este recurso de la fabricación de testimonios.
Las mentiras, las murmuraciones se propagan demasiado rápido, de hecho los murmuradores y los que aceptan sin razonar o sin investigar hechos, ni siquiera ponen en duda, ni por un segundo, aquello que han escuchado, y así lo difunden, y se creen depositarios de una verdad que no les consta, pero en realidad poseen solamente sus propias malas intenciones y sus corazones corrompidos, que intentan hacer que una mentira repetida mil veces se convierta en una verdad.
Y la verdad del evangelio, no siempre se acepta inmediatamente, y es que es necesario un proceso de fe, un encuentro con Jesucristo, el cual ocurre siempre que los que lo anuncian llevan consigo no solo el anuncio, sino el testimonio y las buenas obras, que les acompañan; si el Señor va con ellos, en efecto, la verdad brilla como un sol y entonces los hombres creen, aceptan la verdad del evangelio, la verdad de Jesucristo, que tiene sustento, no en lo que dice la gente, sino en lo que dicen los convencidos, en lo que los testigos aseguran, amparados en la verdad y en la honestidad de su mensaje, pues el mensaje que llevan no es suyo, es de Jesucristo; en cambio, las mentiras que contradicen el evangelio tienen por autor a Satanás, el príncipe de a mentira, y aunque éste tenga muchos seguidores, nunca se podrá apagar el fuego de la verdad, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
No todo lo que muchos dicen, por más que lo repitan mil veces, es verdad; la mentira se oculta en la murmuración, mientras que la verdad se pregona abiertamente. La mentira es hija de las tinieblas, y la verdad es la luz de Dios. Aquello que los sacerdotes obligaron a los guardias a decir, se extendió, aún en los tiempos apostólicos, según dice san Mateo, pero al final, quedó en el olvido, pues con todo y esa artimaña, muchos habitantes del pueblo judío creyeron en la resurrección y se hicieron discípulos de los apóstoles. ¡Qué rabia para los sacerdotes de aquel tiempo el que sus mentiras no pudieron detener la verdad que incendiaba el mundo! ¡Qué desesperación que, en la misma Jerusalén arraigara el evangelio de Jesucristo! Pues ahí, en la gran Jerusalén, tiempo después, ocurrió el primer Concilio de la Iglesia, y precisamente trató acerca de costumbres judías que, al final, no parecieron tener importancia dentro del desarrollo de la fe en Jesucristo. Jesús es la verdad, ¿quién podrá negar la resurrección con mentiras?
Artículo escrito por el Padre Pacco Magaña.
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