Sumitanda era un príncipe del Japón, convertido al cristianismo. Cuando se le intimó a que renegase de la fe bajo pena de la vida, respondió: «Decid al emperador, que puede quitarme los títulos y dignidades, las riquezas y la vida, pero jamás la fe cristiana. Mantendré firmemente el juramento de fidelidad, que hice a Jesucristo el dis del bautismo.
San Francisco Solano, a la edad de treinta años, siendo ya religioso franciscano, fue un día a su pueblo natal de Montilla, y entrando en la iglesia parroquial de Santiago, en la que había sido bautizado, se fue derecho a la pila bautismal, y arrodillado en el suelo, con la frente apoyada sobre la piedra, dijo el Credo en voz alta, dando gracias a Dios, por haberle hecho cristiano.