En Chicago, el año 1929 se celebró un Congreso Eucarístico Internacional; y fue entre todas la función más solemne la que organizó la Sociedad del Santo Nombre. Cientos de miles de almas se congregaron una noche en el estadio, y en medio de la corrupción de la sociedad moderna, se encendieron las velas en las manos de doscientos cincuenta mil hombres, señalando la luz de la fe viva, que ilumina las almas cristianas. Era aquello una hermosa profesión de fe cristiana.
San Francisco Javier escribía desde las Indias en su epístola 17 «…y así les hago decir más veces el credo, que otra oración ninguna; pues por sólo creer en los doce artículos el hombre se llama cristiano»