• 10/03/2025

Comentario del evangelio de San Juan por Guillermo de Saint-Thierry

El universo y Dios mision

Del evangelio de San Juan capítulo 1:

1 En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
2 Él estaba en el principio junto a Dios.
3 Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5 Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
6 Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:
7 este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
8 No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
9 El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
10 En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
11 Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
12 Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
13 Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
14 Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
16 Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
17 Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.
18 A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

 

Comentario del evangelio de San Juan por Guillermo de Saint-Thierry:

«El Verbo era la luz verdadera que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre» (Jn 1,).

Sí, tú nos has amado primero para que nosotros te amemos. No tienes necesidad de nuestro amor, pero sólo podíamos llegar al fin por el cual nos habías creado, si no era amándote. Por eso, «en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos has hablado por el Hijo», tu Verbo (Hb 1,1). Es por él que «se hizo el cielo, y por el aliento de su boca, sus ejércitos» (Sl 32,6). Para ti, hablar a través de tu Hijo no es otra cosa que poner a pleno sol, hacer ver con toda claridad cuánto y cómo nos has amado, puesto que no has ahorrado a tu propio Hijo, sino que lo has entregado por todos (Rm 8,32). Y también él nos ha amado y se entregó a sí mismo por nosotros (Ga 2,20).

Así es tu Palabra, el Verbo todopoderoso que nos diriges, Señor. Cuando todo estaba en profundo silencio, es decir, en lo más profundo del error, descendió de la mansión real (Sab 18,14), para abatir duramente el error y poner suavemente en valor, el amor. Y todo lo que ha hecho, todo lo que ha dicho en la tierra, incluso los oprobios, incluso los salivazos y las bofetadas, incluso la cruz y el sepulcro, no ha sido otra cosa que tu palabra dirigida a nosotros por tu Hijo, palabra provocadora de amor, palabra que despertaba en nosotros el amor a ti.

En efecto, tú sabías, Creador de las almas, que las almas de los hijos de los hombres no pueden ser forzadas a amar, sino que es preciso provocarlas. Porque donde hay coerción, ya no hay libertad; donde no hay libertad, no hay justicia… Has querido que te amáramos porque, en justicia, no podíamos ser salvados si no es amándote. Y no podíamos amarte si este amor no venía de ti. Así es, Señor, tal como el apóstol de tu amor lo dice: «Tú nos has amado el primero (1Jn 4,10), y tú eres el primero en amar a todos los que te aman. Y nosotros te amamos por la afección de amor que has puesto en nosotros.

 

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