En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mi: no se lo impidáis; pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Y tomándoles en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
Mc 10,13-16
Al principio del capítulo 10 del Evangelio de San Marcos, justo antes del pasaje que contemplamos hoy, Jesús tiene que verse con unos fariseos, que le preguntan si es lícito divorciarse de su mujer. Frente a la actitud soberbia de estos fariseos, Jesús ahora nos pone a los niños como modelo de conducta.
¿Por qué los niños son ejemplo de conducta para nosotros? Por la humildad. Fijaos lo que dice el Señor de los que son como ellos es el reino de Dios, de los que son como los niños es el Reino de Dios. Estas palabras del Señor nos recuerdan aquellas otras, Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. El Reino de Dios, es el Reino de los Cielos. Podemos concluir, por tanto, que los niños son modelos, porque ellos son pobres de espíritu, o se parecen a los pobres de espíritu, y la característica de los pobres de espíritu es la humildad, por eso nos decía el Papa Francisco, El Reino de Dios es humilde, como la semilla: humilde pero se vuelve grande, por la fuerza del Espíritu Santo.
El niño obedece a sus padres, por su edad, porque depende de ellos, el humilde obedece, no por una cuestión de naturaleza, como el niño, sino por propia voluntad. El humilde actúa como el niño, pero por propia voluntad. Es difícil hablar hoy día de esta virtud de la obediencia, porque nos han metido en la cabeza que somos libres, con lo cual estoy de acuerdo, pero nos han vendido una idea de libertad equivocada, el libre, para este mundo, es el que hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y este, aunque parezca contradictorio, no es el camino de la libertad, sino, por el contrario, es el camino de la esclavitud. Si uno sigue sus pasiones desordenadas, se hace dependiente y esclavo de las pasiones, hasta el punto de que estas se convierten en una necesidad, y esta conducta, acaba provocando un juicio errónea que es pensar que las pasiones malas son necesarias por naturaleza, por esto, se habla del sexo de forma desordenada y se dice que es una necesidad fisiológica el vivir la sexualidad de esta forma. Es decir, si tu vives siguiendo tus pasiones, acabas haciéndote esclavo de tus pasiones. El camino de la libertad que nos propone el mundo, es el camino de la esclavitud. Esta esclavitud de las pasiones, nos coloca en un situación muy buena para poder ser manipulados intelectualmente, es decir, nos predispone a ser esclavos también en el orden de las ideas, porque la pasión desordenada ciega nuestro juicio. De esta forma desaparece de nuestra vista cuál es el verdadero bien y cuál es la verdad auténtica.
El rehuir la obediencia, como la del niño, nos hace esclavos de la carne, que nos inclina a las pasiones malas; del mundo, que nos manipula con sus ideas; y del demonio, que nos gobierna para sus propios intereses. Por esta razón afirmamos que no hay santidad sin obediencia, porque la santidad es la obra de Dios en un alma libre, y el que no obedece al Bien y la Verdad, se hace esclavo de la mentira y el mal. El hombre es un ser obediente, obedece a un señor, o a otro. El obedecer al mal y la mentira, nos hace esclavos de un Señor que nos odia, y que desea acabar con nosotros. El hacernos esclavos y servidores de la Verdad y el Bien, como María la esclava (δούλη) del Señor, nos hace libres. La misma Verdad, Jesucristo, nos llama amigos, la misma Verdad, Jesucristo, muere por nosotros, para que tengamos vida, la misma Verdad, Jesucristo, se hace uno como nosotros, para que nosotros nos hagamos uno como Él. Obedece a tus pasiones y en esta vida serás esclavo, y en la otra te condenarás eternamente. Obedece a Jesucristo, y en esta vida serás libre, y en la otra reinarás con Cristo.
¿Cómo podemos obedecer a Cristo? Obedecemos a Cristo, en primer lugar siguiendo los mandatos de nuestra madre, la Iglesia, obedecer a la jerarquía de la Iglesia, a nuestros obispos, representantes de Jesucristo, naturalmente hay que obedecer en todo lo que atañe nuestra vida cristiana, siempre y cuando no contradigan las enseñanzas de Jesucristo. Porque la obediencia al hombre es accidental, esencialmente lo que hacemos cuando obedecemos a un Pastor, es decir a un obispo, es obedecer a Jesucristo, pero si éste nos manda cosas contrarias a las enseñanzas de Jesucristo deberemos decir que no. Obedecemos a Cristo, cumpliendo con lo que nos dice la Escritura, la Biblia, los diez mandamientos, los consejos evangélicos, las bienaventuranzas, etc. Obedecemos a Cristo, siendo fieles a la Tradición de la Iglesia.
La libertad es un tesoro muy grande, y se encuentra enterrado en el lugar que menos cabría esperar, se encuentra encerrada en la obediencia. La obediencia del corazón al sumo Bien y a la suma Verdad, que es Dios, y no a mis propias pasiones.
Solo hay una forma de ser realmente hombre, y es ser realmente libre, solo hay una forma de ser realmente libre, y es ser realmente santo, solo hay una forma de ser realmente santo, y es ser realmente obediente en todo a Jesucristo. La meta de la libertad, se empieza a andar, con la ayuda de Dios, desde el camino de la obediencia. Ser hombre, por tanto, es ser obediente a Dios. Y Dios mismo se hace hombre para darnos esta lección, nos dice San Pablo en Filipenses 2, 5-8: se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (δούλου), hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
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