Corpus Christi: Sermón de santo Tomás de Aquino
En la fiesta del Corpus Christi.
Las inmensas bendiciones otorgadas por la misericordia divina sobre el pueblo cristiano le dan una dignidad inestimable. No hay, ni ha existido nunca, una nación tan grande que tenga dioses tan cercanos como nuestro Dios que está presente para nosotros. Y este Cuerpo que Él tomó de nosotros, Él nos dio completamente para nuestra salvación.
Es porque Él ofreció Su propio Cuerpo a Dios el Padre sobre el Altar de la Cruz como una víctima para nuestra reconciliación, y Él derramó Su Propia Sangre tanto para redimirnos como para purificarnos, para que nosotros, habiendo sido comprados de una miserable esclavitud, pudiéramos ser lavados de todos nuestros pecados.
Y entonces, para que el recuerdo de tal gran beneficio permanezca en nosotros, Él dejó Su Cuerpo para ser nuestra Alimento y Su Sangre para ser nuestra Bebida, para que los fieles los reciban bajo la Especie de pan y vino.
¡Oh precioso y maravilloso banquete, proveedor de salud y lleno de toda dulzura!
¿Qué podría ser más precioso que este banquete en el cual ya – no como bajo la ley la carne de terneros y cabras se come, sino Cristo el Dios verdadero es puesto delante de nosotros para que podamos recibirlo?
¿Qué podría ser más maravilloso que este Sacramento, en el que el pan y el vino se transforman sustancialmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
Y por lo tanto Cristo, perfecto Dios y Hombre, está contenido bajo la apariencia de un poco de pan y vino. Él es comido por los fieles pero no desgarrado; Cuando el Sacramento está dividido, permanece entero en cada partícula.
Los accidentes subsisten sin sujeto, para que haya espacio para la fe, cuando recibamos visiblemente aquello que es invisible y oculto bajo una apariencia no propia. Así, los sentidos se mantienen libres del engaño, porque juzgan de los accidentes conocidos por ellos.
De todos los sacramentos ninguno es más saludable, porque por él se lavan los pecados, las virtudes se aumentan, y el alma se alimenta con una abundancia de todos los dones espirituales.
Se ofrece en la Iglesia para los vivos y para los muertos, para que todos se beneficien de lo que fue instituido para la salvación de todos.
Por último, no hay palabras suficientes para describir la dulzura de este Sacramento, en la cual los deleites espirituales son probados en su misma fuente y la caridad excesiva de Cristo en Su Pasión es llamada a la mente.
Fue para impresionar más profundamente en las mentes de los fieles la extensión ilimitada de Su Caridad que, cuando había guardado la Pascua con Sus discípulos y estaba a punto de apartarse de este mundo a Su Padre, Cristo instituyó este Sacramento como un Memoria Perpetua de Su Pasión, el cumplimiento de las figuras antiguas, el más grande de todos Sus milagros. A los que se afligían por su ausencia debía ser un consuelo especial.
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