• 21/02/2025

Cristo en la calle

Ayer vi a Cristo que yacía en un rincón de una sucia calle del barrio antiguo de Barcelona. 

Mi propósito esta semana era vivir todo desde los ojos de la santísima madre de Jesús, así que dediqué mucho tiempo a la oración del rosario para pedirle la gracia de ver con su santa y pura mirada.  Quería ser como Juan el discípulo amado de Jesús y deseaba que me encontraran arrimado al brazo de la Madre. Mirando desde mi pobreza al Redentor clavado en el madero y exaltado en las alturas.

Por motivos varios llegué tarde al Via Crucis de semana santa al que suelo ir. Pero afortunadamente conocía la ruta que cada año repiten. Llamé a 5 amigos que sabía estaban presentes y a algunos de ellos los llame entre dos y tres veces, sin embargo ni uno solo me contestó ya que estaban en el Via Crucis en oración.

Empecé a recorrer los diferentes puntos en los que suelen detenerse a hacer las estaciones pero no había ni rastro, me encomendé a la santísima Madre del Redentor que tantas veces había recorrido su Via Crucis, aquel en el que Jesús cayó 14 veces y le pedí que ella me guiara hasta el lugar donde se encontraba la Cruz.

Pregunté en las esquinas: – Habéis visto una cruz pasar por aquí! Pero todos me respondieron con que tenían otras ocupaciones.

Caminé bastante de aquí para allá y vuelta atrás, hasta que decidí sentarme en una fuente a la que normalmente debía llegar el Via Crucis y seguí con mi rosario. Al poco rato llegaron. Eran ya las 14h15 y poco tiempo después se dirigirían a la Iglesia donde concluirían su recorrido para vivir el momento culminante del día a las 15h de la tarde, hora en la cual Jesús moría.

A las 14h45 nos encontrábamos en la Iglesia. Todos los años hasta este último las 15h de la tarde del Viernes santo de Semana Santa habían representado para mi un momento único y especial en  el que en la oración me postraba a los pies de la Cruz para interceder por todos aquellos que el Señor había puesto en mi vida e interceder por ellos y por el mundo.

Pero a las 14h46 salí de la la Iglesia y muy decidido me dirigí a una cercana panadería en la que pedí un bocadillo de jamón con queso, una empanada de pollo y un pastel de chocolate. Al salir del establecimiento me dirigí a la callejuela de enfrente donde en un rincón yacía un hombre tullido, muy tostado por el sol, con una rostro apacible pero cansado y un ojo semicerrado que aparentemente no podía abrir y me senté en el suelo junto a él.

Pensé que la Virgen María me condujo allí a las 15h de la tarde del Viernes Santo para que estuviera con su hijo que yacía roto y herido en un rincón olvidado. Ignorado por todos Cristo en el pobre crucificado y yo sentado a su lado. Las campanas de la Iglesia tocaron las 15h y mirando al hombre mi corazón en el silencio contemplaba a Cristo en la Cruz. El silencio del momento se convirtió en un gozo interior indescriptible.

Le pregunté como se llamaba y me dijo: Me llamo Lazaro.

Tuve la dicha de ser conducido a un Cristo con el nombre de un intimo amigo de Jesús al que Él mismo resucitó.

Sobre el autor de este artículo: Me llamo Marc soy un Joven de san José de Barcelona y trabajo en la web de Tekton.

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