La felicidad se caracteriza por ser un estado constante de bienestar que abarca desde la satisfacción personal hasta una intensa alegría de vivir. A menudo, las personas buscan la felicidad en metas y logros específicos, pero estas oleadas de felicidad son efímeras y no duran mucho tiempo.
La felicidad que busca tu corazón, no se puede alcanzar con metas humanas, ¡Que bien comprendió esto San Agustín de Hipona! Mira lo que nos enseña: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”
La felicidad es un camino, no un destino. Para encontrar la felicidad, debemos vivir de acuerdo con virtudes y principios sólidos. Estos son algunos de los valores clave que pueden guiarnos hacia la felicidad:
Apreciar lo que tenemos y ser generosos con los demás. Quizá conozcas a Santo Tomas Moro el enseñaba a sus amigos con esta frase: “Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría”.
- Cuidar nuestra salud: Pues nuestro cuerpo también es templo del Espíritu Santo, y debemos cuidarlo.
- Amar y ser amados por los demás. Al respeto escucha las sabias palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Hay una cosa muy bonita: compartir la alegría de amar. Amarnos los unos a los otros. Amar hasta el dolor”.
- Perdonar a los demás: Como nuestro Señor nos enseñó en el Padrenuestro: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
- Tener un sentido de propósito en la vida. No somos trenes sin destino. Tenemos un destino y tenemos que conocerlo, y tienes que saber que eso te hará feliz. Tu destino es Dios, y el mero hecho de saberlo y aceptarlo en tu vida, ya te va a dar una alegría muy grande, pero si además, empiezas a vivir conforme a la voluntad de Dios, esa alegría y esa felicidad se harán indescriptibles.
- Mantener la esperanza y la fe en el futuro: Cuando aquí hablamos de futuro, sobre todo nos referimos a saber que, como decíamos antes, si nos ponemos como meta de nuestra vida a Dios, Él nos ayudará con su gracia para que podamos alcanzarla.
El Salmo 119:1 dice: «Felices los que van por un camino intachable». Este camino hacia la felicidad implica vivir de acuerdo con estas virtudes y principios, manteniendo la bondad y la justicia en todas nuestras acciones y relaciones.
Es importante tener en cuenta que la felicidad no es una condición permanente y constante, sino más bien un estado que fluctúa. Podemos experimentar tristeza, dolor y dificultades, pero si seguimos el camino de Dios, podremos superar estos obstáculos y encontrar la alegría y la felicidad nuevamente.
En resumen, para encontrar la felicidad duradera, debemos cultivar las virtudes y los principios sólidos que nos guíen por el camino correcto en la vida. A través de la gratitud, la generosidad, la salud, el amor, el perdón, el propósito y la esperanza, podemos encontrar la felicidad que tanto anhelamos y merecemos.