• 18/10/2024

Destrucción de la Iglesia UGCC en la Región de Jersón: Un Acto de Devastación y Fe

Región de Jersón

Destrucción de la Iglesia UGCC en la Región de Jersón: Un Acto de Devastación y Fe

El domingo 11 de agosto de 2024, la guerra en Ucrania sumó un nuevo capítulo de dolor y devastación con la destrucción de la Iglesia de los Santos Mártires Cipriano y Justina, en la aldea de Antonivka, región de Jersón. Un ataque con misiles perpetrado por las fuerzas rusas redujo a escombros este lugar de culto, dejando una profunda herida en la comunidad local y en toda la Iglesia Greco-Católica Ucraniana (UGCC).

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Un Templo con Historia y Significado

La Iglesia de los Santos Mártires Cipriano y Justina no era solo un edificio más en la región de Jersón. Según el párroco, Ihor Makar, este templo fue el primero construido en el territorio del Exarcado de Odesa, creado tras la separación del Exarcado de Odesa-Crimea en 2014. Ubicado a solo 300 metros del río Dniéper, la iglesia se encontraba en una posición estratégica, en la línea del frente del conflicto, lo que la hacía vulnerable a los ataques.

Fundada en 2005, la parroquia de Antonivka ha sido un pilar de la comunidad desde su inicio. La primera Divina Liturgia fue celebrada el 19 de octubre de 2005 por el padre Ihor Makar, marcando el comienzo de una era de fe y esperanza para los feligreses locales. Durante años, los servicios se llevaron a cabo en una casa privada, hasta que en 2012 se habilitó una capilla en la residencia del sacerdote. Esta capilla fue consagrada el 17 de mayo de 2014 por el exarca Mykhailo Bubniy, convirtiéndose en un símbolo de la perseverancia y la fe de la comunidad.

Un Ataque Repetido y Devastador

El ataque del 11 de agosto no fue el primero contra este lugar sagrado. Dos días antes, el 9 de agosto, un ataque con drones había causado un incendio en la iglesia. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de los residentes locales y los feligreses, el fuego fue controlado y se logró salvar el santuario, lo que solo subraya la determinación de la comunidad por proteger su lugar de culto.

Lamentablemente, el segundo ataque fue mucho más devastador. La fuerza del impacto de los misiles destruyó por completo la iglesia, dejando solo ruinas y un profundo dolor en la comunidad. Este acto de agresión no solo fue un golpe físico, sino también un intento de destruir la fe y la esperanza de quienes se congregaban en torno a este templo.

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Un Símbolo de Fe Bajo Fuego

La destrucción de la Iglesia de los Santos Mártires Cipriano y Justina es un recordatorio sombrío de la brutalidad del conflicto que continúa azotando Ucrania. Sin embargo, también es un testimonio del poder de la fe y la resiliencia de una comunidad que, a pesar de las adversidades, sigue unida.

La comunidad greco-católica de Antonivka ha demostrado una y otra vez su capacidad para levantarse frente a la adversidad. Aunque el edificio ha sido destruido, la fe de la comunidad permanece intacta. En este sentido, la iglesia destruida se convierte en un símbolo de la resistencia espiritual de un pueblo que, aunque golpeado por la guerra, no se deja vencer.

Una Llamada a la Solidaridad

La tragedia en Antonivka es un llamado a la solidaridad global. La destrucción de lugares de culto, que representan la esperanza y la comunidad, es una pérdida para toda la humanidad. Es esencial que la comunidad internacional reconozca el sufrimiento del pueblo ucraniano y apoye sus esfuerzos por reconstruir no solo sus infraestructuras, sino también su espíritu colectivo.

El futuro de la Iglesia de los Santos Mártires Cipriano y Justina es incierto, pero lo que está claro es que la comunidad greco-católica de Antonivka no se rendirá. Con fe y determinación, buscarán reconstruir su templo, manteniendo viva la memoria de su historia y la esperanza en un futuro de paz.

Reflexión Final

La destrucción de la iglesia en Antonivka es un reflejo de la destrucción más amplia que la guerra inflige a las comunidades, las culturas y las tradiciones. Sin embargo, también nos recuerda la importancia de la fe y la comunidad en tiempos de crisis. A pesar de los ataques, la comunidad de Antonivka sigue siendo un faro de esperanza y resistencia, mostrando que la fe puede sobrevivir incluso en los tiempos más oscuros.

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