La Virgen María, el escapulario y el rosario
El Escapulario y el Rosario son dos de los sacramentales más importantes que la Virgen María nos ha regalado. Ambos tienen una larga tradición en la Iglesia Católica y han sido ampliamente recomendados e indulgenciados por los Papas a lo largo de la historia.
El Escapulario del Carmen es un signo de salvación, una protección en peligro y una promesa de paz que la Santísima Virgen María entregó a San Simón Stock en el año 1251. La Virgen prometió que todo aquel que muera llevando este Escapulario no sufrirá el fuego eterno y se liberará en sábado del Purgatorio a todas las almas que lo hayan vestido durante su vida. Además, es una muestra de nuestra consagración a María y de su amor y protección maternal hacia nosotros.
El Rosario, por su parte, es una oración mariana que se remonta al siglo XIII y que la Virgen María enseñó a Santo Domingo en el año 1208. Desde entonces, ha sido un sacramental muy importante en la Iglesia Católica y ha sido recomendado por muchos Papas a lo largo de la historia. La Virgen ha prometido muchas gracias y bendiciones a quienes lo reciten con devoción y sacrificio.
La Santísima Virgen María ha pedido insistentemente que recemos el Rosario en todas sus apariciones y ha prometido que esta oración por sí sola puede hacer milagros en el mundo y en nuestras vidas. Además, ha pedido que lo recitemos con sentimientos de bondad, sacrificio y misericordia.
¿Qué pasa cuando unimos el Escapulario y el Rosario? La combinación de estos dos sacramentales es muy poderosa y nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción y amor a la Virgen María. Al vestir el Santo Escapulario y meditar con el corazón el Santo Rosario completo todos los días, nos estamos permitiendo a nosotros mismos ser moldeados por el Espíritu Santo y trabajar para el triunfo del Inmaculado Corazón de María.
La Virgen María nos llama a vestir Su Hábito y a meditar Su Rosario con devoción y perseverancia. Su amor y su deseo de nuestro bien son evidentes en la importancia que otorga a estos sacramentales. A través de ellos, nos invita a ser santos y a alcanzar la bienaventuranza eterna del cielo. Sigamos su llamado y comprometámonos a llevar estos sacramentales con nosotros en todo momento, para así poder recibir sus bendiciones y protección maternal.
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