San Juan Bosco, el santo educador, es conocido por su amor y dedicación a los jóvenes. Sin embargo, no solo se destacó en la educación, sino que también dejó un legado de milagros y signos sobrenaturales que lo convierten en uno de los santos más queridos y venerados.
Uno de los milagros más destacados de San Juan Bosco fue la multiplicación de las hostias en la Misa de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María en 1887. En esa ocasión, se celebró una Misa solemne con unos seiscientos jóvenes que querían comulgar. Sin embargo, el sacristán olvidó llevar el copón lleno de hostias para su consagración.
Cuando llegó el momento de la Comunión, San Juan Bosco se dio cuenta de que solo había unas cuantas hostias en el otro copón, y se dirigió a la Virgen María con una súplica: «Señora, ¿y dejarás a tus hijos que se vuelvan en ayunas?» Tomando en sus manos el pequeño copón, San Juan Bosco comenzó a repartir la Comunión a los cientos de niños presentes en la iglesia. Para asombro de todos, el copón no se vaciaba, y San Juan Bosco seguía entregando la Sagrada Hostia a los fieles sin que estas se agotaran. Finalmente, el último de los niños recibió la Comunión, y el sacristán, quien estaba profundamente apenado por su olvido, contempló atónito el milagro que había sucedido ante sus ojos.
Después de la Misa, el sacristán preguntó a San Juan Bosco cómo había podido dar la Comunión a tantos jóvenes con tan pocas hostias, y el santo contestó con toda naturalidad: «¡Bah! Junto al milagro de la transubstanciación, en que se transforma el pan en el Cuerpo de Cristo, el de la multiplicación de las hostias es insignificante. Además, yo no lo hice, fue obra de María Auxiliadora».
Este milagro eucarístico de San Juan Bosco es un recordatorio del poder sobrenatural de la Eucaristía y de la intercesión de la Virgen María. Además, nos enseña que Dios siempre proveerá lo que necesitamos para nuestra vida espiritual, incluso en momentos de dificultad y olvido humano.
El Papa Francisco ha destacado la importancia de la comunión frecuente y su relación con la unidad con Cristo y su Iglesia. Al comulgar, Dios nos va transformando en Él y nos asemejamos más a Jesús. Como señaló el Papa, «Este es el prodigio de la Comunión: ¡nos convertimos en lo que recibimos!». Además, después de la Comunión, el silencio nos ayuda a custodiar el don recibido y a hablar con Jesús en nuestro corazón.
En resumen, el milagro eucarístico de San Juan Bosco nos recuerda la importancia de la Eucaristía en nuestra vida espiritual y el poder de la intercesión de la Virgen María. Nos invita a confiar en la providencia divina y a buscar la comunión frecuente como fuente de transformación en Cristo.