• 21/11/2024

El nuevo mandamiento – Blog del Sagrado Corazón de Jesús

El nuevo mandamiento – Blog del Sagrado Corazón de Jesús

Artículo para el Blog del Sagrado Corazón de Jesús

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos” (13, 31-33.34-35).

 

Jesús da a sus discípulos un nuevo mandamiento, y lo hace inmediatamente después de manifestar que será glorificado en poco tiempo por el Padre celestial.

En estas meditaciones hemos considerado innumerables ocasiones la ley de Dios. Jesús, cuando le preguntan por el mandamiento más importante de la Ley, no duda en expresar que el mandamiento más grande es el primero, el que se refiere al amor a Dios con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas; y a la vez enseña la importancia del segundo: amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 36-40).

Lo más importante con respecto a la Ley de Dios es dar el corazón al Señor del cielo y de la tierra y darlo también a los semejantes, como a sí mismos, esto es, amarlos de la misma manera en que nos amamos a nosotros mismos.

Pero el problema con el cumplimiento de la ley, por lo menos en lo que se refiere al mandamiento del amor al prójimo está en que la condición es la de amarnos como nos amamos a nosotros, con amor propio; se supone que el amor al prójimo debería ser perfecto, pues supone que queremos para los otros lo que queremos para nosotros mismos; sin embargo ocurre que el hombre no se ama lo suficiente, a veces nos falta el amor propio y esto nos lleva a tratar a los demás de la misma manera en que nos tratamos a nosotros. Es en verdad un problema, porque a veces no nos tenemos el suficiente amor; por esta razón tampoco amamos lo suficiente a los demás.

El judío es nacionalista, tiene amor a sus orígenes, a su linaje, pero, lo mismo que todos los pueblos de la tierra, experimenta el egoísmo y un sinfín de pecados: soberbia, orgullo, envidia, avaricia; recordemos que los mandamientos, así expresados, estaban dirigidos al pueblo de Israel, esclavo en Egipto y recién liberado; es un pueblo que necesita aprender primero qué cosa es el amor. Cualquier nación y cualquier hombre también tienen que aprender lo que es el amor para poder cumplirlo como ley.

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Cuando aquel otro escriba preguntó a Jesús acerca de cómo alcanzar la vida eterna (L 10, 25-37), Jesús le pregunta sobre la ley, y el escriba recita el primer mandamiento, sobre el amor total a Dios y el segundo, sobre el amor al prójimo, y Jesús le hace saber que ya tiene la respuesta, que ya sabe que hacer; y aquel hombre le pregunta a Jesús acerca de quién es el prójimo; a lo que Jesús responde con una parábola. Sin embargo, la pregunta adecuada quizá no debió ser aquella sobre quién es el prójimo, sino la pregunta sobre el amor. Y la parábola del buen samaritano hubiera respondido correctamente a cualquiera de las dos preguntas. La pregunta que aquí importa y siempre ha sido fundamental es la pregunta sobre el amor.

Y es que se puede responder de muchas maneras quién es el prójimo, pero responder qué cosa sea el amor, no se trata de una respuesta correcta, sino perfecta. El amor es algo presente en todas las áreas de la vida. Amamos. Todos lo hacemos. Nadie puede vivir sin amor. Y el amor tiene muchas expresiones. Amistad, amor de atracción, amor de hijo, de hermano, de padre, de madre, amor romántico, amor de esposos, de novios; amor por la naturaleza, por los animales, amor por la humanidad, por el arte, etc.

El amor es una inclinación natural al bien. Al bien personal y al bien del amado. Y Jesús viene a enseñar que el amor es una cosa existencial. El amor es producto del buen corazón y del encuentro personal. El amor compromete, el amor verdadero es algo activo, algo que trabaja, que lleva al amante a dar lo mejor de sí mismo para bien del amado y en eso está su bien y su felicidad propia.

Hemos entendido mal esto del amor, porque lo que muchas veces buscamos es que nos amen, que nos hagan sentir amados, que nos hagan felices. Y el amor es al revés. El verdadero amor busca que el amado sea feliz, tenga gozo, tenga paz, alegría. El amor cuida. Es una tarea que nunca termina; nunca terminamos de amar. Amar es darse completamente. En este sentido, el imperativo moral queda completamente adecuado. Jesús decía: trata a los demás como quieres que te traten a ti (cf. Mt 6, 31), lo cual podríamos parafrasear diciendo: ama a los otros como quieres que te amen a ti. Esto es el amor al prójimo como a uno mismo, entendido desde la esfera del amor y no de la propia persona. Es decir, es preciso amar a los demás, a pesar de que no lo merezcan, porque así desearíamos que nos amaran también siempre a nosotros mismos, a pesar de no merecerlo, pues ¿quién merece amor? De hecho el amor es algo inmerecido, alguien nos ama porque quiere hacerlo, no porque lo ganamos. El amor es, bien entendido, lo más desinteresado que pueda existir. El amor es gratuito. Alguien ama porque es bueno. El amor es bondad, es gracia, de ahí la grandeza del ser amados. Somos pecadores, somos imperfectos, el pecado es totalmente opuesto al amor, por eso nuestro amor es imperfecto. El amor perfecto es el que no espera absolutamente nada del amado, sino al contrario, el amante lo da todo, por el bien de aquel a quien ama.

Jesús, durante su ministerio enseñaba muchas cosas con respecto a la ley de Dios y con respeto al amor. Él vino a mostrar la importancia de la Ley, que nunca caduca, porque es perfecta, estable y eterna; y el cumplimiento de la ley también exige estas condiciones: debemos cumplir la ley de Dios de manera perfecta, estable y eterna. También vino Jesús a enseñar el sentido estricto de los mandamientos, él enseñaba, que no es suficientemente justo el que cumple la ley, sino el que la cumple con perfección; decía: “han oído que se dijo a los antiguos, por ejemplo, no matarás, pero yo les digo, el que desprecie a su hermano también será juzgado por eso, el que lo odie será juzgado severamente…” (cf. Mt 5, 21-22) y es verdad, ¿puede alguien cumplir perfectamente el mandamiento “no matarás” solamente porque en su vida jamás le ha quitado la vida a alguien? Si no ama a nadie, no ha cumplido la ley. Así lo enseña san Pablo: “amar es cumplir la ley completa” (Rm 13, 10). Cumplir la ley supone dos cosas: evitar hacer el mal y procurar hacer el bien. Ambas cosas, no solo una.

Ahora Jesús da un paso más, no es solo cumplir la Ley evitando cosas, hay que cumplirla haciendo cosas. El amor tiene que ver con realizar el amor, con hacerlo posible, visible, activo, operante; si el amor es inmóvil no es amor. El amor verdadero es una labor de toda la vida, de tiempo completo, que incluye todas las capacidades y toda la inteligencia y la creatividad posibles.

Jesús da a los discípulos el mandamiento perfecto, que incluye aquello con lo que iniciábamos la reflexión: el amor a Dios y el amor al prójimo: ámense ustedes unos a otros como yo los he amado, es decir, como se sienten amados por mí. Esto es perfecto porque significa amar a los demás, no como nos amamos a nosotros mismos, sino como sentimos en el corazón el amor de Jesús. Y sabemos que el amor de Jesús es hasta la muerte, el amor de Jesús lo da todo, el amor de Jesús es sacrificado, misericordioso, creativo, y actúa en todo momento. El amor de los creyentes en Jesucristo es el signo perfecto de la fe y la religión.

El amor de Jesús es esto. Todos los milagros de sanación que realiza tienen como fuente el amor. Las liberaciones de muchos poseídos tienen también que ver con esto. Todas sus enseñanzas brotan del amor incondicional que da en todos sus gestos. El amor de Dios está presente en todo el actuar de Jesucristo. El amor es poderoso. Y a esto estamos llamados: a manifestar con nuestras vidas el poder divino. Nosotros le damos gloria a Jesucristo cuando nos amamos. El amor es el poder de Dios que mueve el mundo. Amémonos de corazón, de la misma manera en que sentimos en nuestra vida el amor de Jesús; como sentimos el amor del corazón de Jesús. Este es el nuevo mandamiento. De hecho es el único. Si hacemos esto viviremos. Viviremos en el corazón de Jesús, para siempre.

Artículo escrito por el Padre Pacco Magaña, sacerdote de la GdH del Sagrado Corazón en SLP, Mexico.

 

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

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