El Padre Pío hombre de Dios que recibió los estigmas es ejemplo para nosotros de entrega y bondad.
Juan 20, 23 nos dice: A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Los apóstoles recibieron del Señor el poder de perdonar los pecados, y el Padre Pio hizo vida este encargo del Señor. El confesionario del Padre Pio era un lugar donde las almas encontraban el descanso y la paz, un lugar donde las almas se acercaban a Dios, en definitiva, el confesionario del Padre Pio era un lugar de conversión.
Es curioso, que el Padre Pio, que llego a recibir penitentes de prácticamente todo el mundo, probablemente, fue el confesor más famoso del siglo XX, al principio de su ordenación sacerdotal sus superiores no quisieron darle permiso para confesar, de tal manera, que, a pesar de ordenarse en 1910 no fue hasta años más tarde que pudo empezar a confesar, incluso una vez que se le otorgó el permiso para confesar le fue retirando durante tres años, pero todo este sufrimiento de no poder confesar dio fruto como veremos en este vídeo.
Algunas personas que se acercaban a confesarse con el Padre Pio, le decían algo así al santo sacerdote Padre, he cometido los pecadillos habituales, las tonterías de siempre, y el padre les solía contestar ¿Tonterías ofender a Dios? Vete de aquí.
El padre Pio era consciente que los pecados hacen sufrir a Dios nuestro Señor, y él que estaba unido de forma tan singular a la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, sentía de forma especial un dolor inmenso de los pecados. Para él, el confesionario era origen de mucho sufrimiento interior, espiritual: su pasión. El pecado le pesaba, el pecado que él escuchaba, constataba y reprochaba, pero para llamar sobre él la misericordia de Dios; el pecado que perdonaba en nombre de Dios era una herida para su alma… Y él unía su sufrimiento al de Cristo para que se les perdonaran las culpas a sus hermanos, decía el cardenal Lercaro, durante el Congreso Eucarístico diocesano de Trápani, en 1969.
Para San Pio de Pietrelcina confesar era un esfuerzo muy grande por la gran pena que sentía por el pecado, y por la gran lucha interior que tenía, piensen que él se consideraba un gran pecador y sentía en muchas ocasiones que no estaba en gracia de Dios. El Padre se sentía indigno de confesar a los penitentes, sentía que no estaba capacitado para hacerlo. Esta gran humildad que manifestaba el Padre Pio, hizo que el Señor pudiera derramar tantísimas gracias a través de sus confesiones. Confesiones que se convertían en una lucha, cuerpo a cuerpo contra Satanás para arrebatarle las almas y entregárselas al Señor, por medios de María.
En una ocasión un hombre fue a ver al Padre Pío, él no deseaba confesarse, a pesar de sus muchos pecados. Sé muy bien que podría confesarme con cualquier sacerdote que me absolvería. Pero yo no creo. He trabajado en América durante muchos años, no puede imaginarse las cosas que he hecho. No puedo creer que toda una vida de pecado pueda ser perdonada de golpe, sólo por el hecho de que uno se la cuente a un sacerdote, decía este hombre. Cuando se acercó al Padre Pio al confesionario, sin intención de confesarse, le dice al santo sacerdote Padre, no he venido… pero el padre lo interrumpe y le dice Hijo mio ¡Cuantos problemas y líos has causado en más de cuarenta años! ¿Te das cuenta de todo lo que has hecho? Pero recuerda, tus pecados, por muy numerosos y graves que sean, son limitados; la misericordia de Dios es infinita. Ante estas palabras quedó totalmente conmovido y sintió una voz interior que le dijo si, la misericordia de Dios es infinita, incluso si hubieras cometido diez veces más pecados, todos entrarían en ella. Este hombre se derrumbó ante tanta gracia y pidió perdón de sus pecados en el sacramento de la confesión.
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Es posible que hayamos convertido nuestras confesiones en algo puramente rutinario, pero con el Padre Pio, era imposible que la confesión se hiciera rutina. El padre tenía el don de escrutar las conciencias, es decir, de ver dentro de una persona. En una ocasión había un joven esperando al Padre Pio, quería hablar con él. Cuando el Padre Pio paso delante de este joven le dijo No puedes seguir así. No. No quieres ofender a Dios, pero no quieres dejar el pecado. No. No puedes seguir así. Tienes que tomar una decisión. No, así no puedes continuar… Y después de decir esto, el Padre entró en su celda. Este joven nunca había hablado con el padre, no se conocían de nada, pero gracias al don del escrutinio de conciencia le pudo decir lo que necesitaba oír para ayudarle.
En una ocasión el Padre Gabreile Amorth se confesó con el Padre Pio. El famoso sacerdote exorcista, ya difunto, en paz descanse, se confesó de soberbia y el Padre Pio le dijo Si te has atribuido bienes que tienes, son del Señor, que te los ha dado; al atribuírtelos eres un ladrón y mereces prisión. Si piensas que tienes bienes que no tienes, eres un loco y mereces estar en un manicomio. Elige, hijo mio: la prisión o el manicomio. Y después de estas palabras le dirigió una sonrisa.
En una ocasión le preguntaron al Padre Pio Padre, ¿Cómo se ama de verdad al Señor, con todas las fuerzas? Y el contestó No le ofendas. Y el 3 de junio de 1919 escribía a un sacerdote, el padre Benedetto, Dedico todo el tiempo a liberar a los hermanos de los lazos de Satanás. Bendito sea Dios… La mayor caridad es arrancar las almas de las garras de Satanás y ganarlas para Cristo. Y esto es lo que hago continuamente de noche y de día… Hay conversiones magníficas.
La sed de las almas que sentía el Padre Pio se convirtió en una oración constante en las largas noches de vigilia, algunos hermanos suyos, frailes del mismo convento, le habían oído estas palabras Jesús y María piedad. Oh Jesús te encomiendo esta alma, tienes que convertirla, salvarla… Si se trata de castigar a los hombres, castígame a mi, estoy contento. Por él te ofrezco a mi mismo.
Nos dice el Padre Gabriele Amorth que del Padre Pio confesor le queda grabada en la mente el gesto solemne con el que impartía la bendición mientras pronunciaba las palabras de la absolución. Todos los sacerdotes, afirma el sacerdote exorcista, absuelven, pero la absolución del Padre Pio dejaba una paz que era un don verdadera del Señor. A veces con algo más.
Que este vídeo nos ayude a tomarnos en serio nuestras confesiones, a no confesarnos a la ligera, a prepararnos bien. Antes de confesarnos debemos hacer un buen examen de conciencia, y orar a Dios para que nos de un sincero dolor y arrepentimiento de nuestros pecados. Si entendiéramos, como nos intentó enseñar el Padre Pio, que nuestros pecados son ofensas a Dios, que nuestros pecados han crucificado a Cristo, que nuestros pecados lo han triturado en la Pasión, podríamos realmente sentir el dolor por nuestros pecados, y tendríamos un sincero arrepentimiento.
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