• 08/02/2025

El Viernes Santo y las lágrimas de Dios

Viernes Santo

El Viernes Santo:

El viernes santo es el día central de la semana santa, en este día los oficios nos muestran la muerte del redentor, en este día la liturgia nos muestra el momento de la salvación del género humano. Hoy la cruz se nos muestra como árbol de vida donde nace la salvación del mundo. Y de la mano de María nos acercamos a esa cruz para contemplar el gran amor que Dios nos tiene, el gran amor que Jesucristo tiene al hombre. Es una jornada en que se mezcla el pecado de la humanidad, que se visualiza en el cuerpo de Cristo, roto por nuestros males, y el profundo amor del que fue capaz de dar la vida por sus amigos, Jesucristo, el Señor y Salvador.

Al pie de esa cruz, y de la mano de nuestra Madre, consideremos, la repercusión del pecado que cometemos cada día. Consideremos cuales son las consecuencias del pecado. Cristo se deja triturar para borrar nuestros pecados, es por ellos, que el Padre envía a su único Hijo a la Cruz.

Al pie de la cruz debemos sentir el dolor de nuestros pecados, debemos contemplar los llantos de nuestra Madre, y sentir dolor por las ofensas hechas a Dios, debemos contemplar al centurión clavando la lanza en el costado de Cristo para sentir contrición por los males que hemos cometido. Contemplemos la totalidad de la escena de la crucifixión y de rodillas ante el Cristo muerto, supliquemos a Dios dolor por las ofensas que hemos cometido contra el cielo y contra nuestros hermanos.

¿Y cómo consolar a Maria en estos momentos? ¿Cómo consolar al Corazon Divino de Jesús? Consolar al Corazón de Jesús y al Corazón de María con la búsqueda de la virtud y el bien, que no podríamos hacer, sino es por la gracia que nos viene del cielo. Consolar a estos divinos Corazones con el servicio a nuestros hermanos, y la práctica de la caridad. Consolemos a esta bendita madre nuestra, y a este amado Jesús nuestro con la Adoracion Eucarística, pasemos horas en compañía de Jesús en el Sagrario, pasemos horas junto a María, al pie del tabernáculo santo, que guarda lo más grande y sagrado que hay en este mundo. Seamos reparadores y consoladores de los Corazones divinos de Jesús y María.

Hoy contemplamos la muerte del Señor, y esta muerte nos puede traer a la mente, el día de nuestra muerte, el día que los cielos reclamen nuestra alma. Ese día no tendremos mejor titulo para entrar en el cielo, que este: ser amigo de Jesús, ser hijo de María, es decir haber dedicado cada instante de nuestro paso por la tierra a consolar y reparar las ofensas que la humanidad y que cada uno de nosotros ha cometido y que han hecho sufrir tan grandemente a los Corazones que más nos han amado.

Que este Viernes Santo sea una jornada de determinaciones firmes, de toma de decisiones con consecuencias que nos lleven a un cambio radical de vida. Que el dolor por la muerte de nuestro Amigo, de nuestro Médico del alma, de nuestro Señor nos mueva a decir “basta”. Basta de mediocridades, basta de ser un tibio, basta de ser confuso, pues por un lado digo servir a Dios y por otro no soy consecuente con estas palabras. Que la imagen del Viernes Santo consiga lo que mi inteligencia no ha conseguido hasta el presente, es decir, convencer a mi corazón de que solo tiene un Señor, de que sólo tiene un Amor en su vida, y que hoy ese Amor por conquistarme esta clavado en una Cruz. Ese Amor ha querido firmar su compromiso eterno hacia nosotros, no con tinta, sino con la sangre derramada desde la Cruz.

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