Cita del evangelio del día: Mt 18,12-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».
Comentario del evangelio del día por San Bernardo:
«He aquí que el nombre del Señor viene de lejos» dice el profeta (Is 30,27) ¿Quién lo podría dudar? Era necesario que en los orígenes ocurriera alguna cosa grande para que la majestad de Dios se dignara descender de tan lejos a un lugar tan indigno de ella. Sí, efectivamente, había una cosa grande: su misericordia, su inmensa compasión, su abundante caridad. En efecto ¿con qué finalidad creemos que Cristo vino? Lo sabremos sin gran esfuerzo puesto que sus propias palabras y sus mismas obras nos revelan claramente la razón de su venida. Vino apresuradamente desde los montes a buscar la centésima oveja extraviada.
Vino por nuestra causa a fin de que las misericordias del Señor, así como sus maravillas, aparezcan con más clara evidencia a la vista de los hijos de los hombres (Sl 106,8). ¡Admirable condescendencia de Dios que nos busca, y gran dignidad del hombre así buscado! Si éste quiere gloriarse de ello puede hacerlo sin aparecer un loco, no porque por sí mismo pueda ser alguna cosa, sino porque es quien lo ha creado que lo ha hecho tan grande. En efecto, todas las riquezas, toda la gloria de este mundo, y todo lo que de él se pueda desear, todo es muy poca cosa e incluso nada en comparación de ésta gloria de la que tratamos. «¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu atención?» (Jb 7,17)