Cita del evangelio del día: Mc 7,31-37
En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!».
Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Comentario del evangelio del día por: San Lorenzo de Brindisi
Lo mismo que la ley divina dice, narrando la obra de la creación del mundo: Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno, así el evangelio, al narrar la obra de la redención y de la re-creación, dice: Todo lo ha hecho bien, ya que los árboles sanos dan frutos buenos y un árbol sano no puede dar frutos malos. Así como el fuego de suyo no puede dar más que calor y es absolutamente imposible que dé frío; y lo mismo que el sol no puede por menos de producir luz y es impensable que produzca tinieblas, así también Dios no puede sino hacer el bien, puesto que es la misma e infinita bondad, la luz sustancial, sol de luz infinita, fuego de infinito calor: Todo lo ha hecho bien.
Unamos hoy con sencillez nuestras voces a las de la santa multitud y digamos: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos. En realidad, la muchedumbre dijo esto por inspiración del Espíritu Santo, como la burra de Balaán; es el Espíritu Santo el que habla por boca de la turba: Todo lo ha hecho bien, es decir: éste es el verdadero Dios, que todo lo hace bien, pues hace oír a los sordos y hablar a los mudos, cosa que sólo el poder divino es capaz de realizar. De un caso particular se pasa a la totalidad: éste ha obrado un milagro que sólo Dios puede realizar, luego éste es Dios, que todo lo hizo bien: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos, esto es, está investido de una fuerza y un poder divinos.
Todo lo ha hecho bien. La ley dice que Dios todo lo hizo bueno; el evangelio, en cambio, dice que todo lo ha hecho bien: hacer las cosas buenas y hacer las cosas bien no son conceptos inmediatamente convertibles. Muchos hacen cosas buenas, pero no las hacen bien: tales las obras de los hipócritas, ciertamente buenas, pero realizadas con mal ánimo y con perversa y torcida intención; Dios, al contrario, todas sus obras las ha hecho buenas y bien: El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones. Todo lo hiciste con sabiduría, esto es, sapientísima y óptimamente; por eso dicen: Todo lo ha hecho bien.
Y si Dios hizo todas sus obras buenas y bien por nosotros, sabiendo que nuestra alma se deleita en las cosas buenas, ¿por qué —pregunto— no nos afanamos por hacer todas nuestras obras buenas y bien, sabiendo que Dios se deleita en tales obras?
Y si me decís: ¿Qué es lo que debemos hacer para merecer gozar eternamente de los beneficios divinos?, os lo resumiré en una sola frase: lo que hace la esposa y una buena mujer para con su marido —pues no en vano la Iglesia es llamada esposa de Cristo y de Dios—, y entonces Dios se conducirá con nosotros como un buen esposo con la esposa a la que tiernamente ama. Es lo que dice el Señor por boca de Oseas: Me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor. De esta forma, hermanos, seremos felices ya en esta vida, este mundo se nos convertirá en un paraíso, seremos alimentados, como los hebreos, con el maná celeste en el desierto de esta vida, si a ejemplo de Cristo y según nuestras fuerzas, todas nuestras obras las hiciéremos bien, de suerte que de cada uno de nosotros pueda decirse: Todo lo ha hecho bien. Nos llena de confusión, hermanos, la comprobación de que siendo nosotros buenos por naturaleza, como creados a imagen de Dios, seamos, sin embargo, malos por nuestras acciones; por naturaleza, semejantes a Dios; por nuestras malas obras, semejantes al diablo.