La parábola de la oveja perdida nos invita a tratar con afecto y compasión a los hermanos descarriados. Jesús nos propone mirarlos como ovejas del Padre. En el evangelio de Mateo, esta parábola está dentro del discurso comunitario, e invita a los cristianos a estar particularmente atentos ante el hermano extraviado. Nuestro amor no se deposita genéricamente en la humanidad, sino en cada persona. Cada uno es importante, particularmente el descarriado, el que más necesita redención. Cuando alguno se aleja del camino no es un número más, no es uno del montón. Es alguien que merece mi dedicación personal, y la preocupación atenta de la comunidad. Es una oveja de mi Padre, y Él “no quiere que se pierda”. Por eso no espera que yo lo critique o lo maltrate, sino que lo libere.