Cita del evangelio del día: Mc 1,29-39
En aquel tiempo, Jesús, saliendo de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Comentario del evangelio del día por: San Cipriano de Cartago
Jesús no se limitó a enseñarnos a orar de palabra sino también con el ejemplo. Le vemos a menudo en oración. Nos da ejemplo para que le sigamos. Está escrito: «Se fue a un lugar solitario.» Y en otro lugar: «Se fue a la montaña a orar y pasó toda la noche en oración.» (Lc 6,12) Si él, que era sin pecado, oraba sin cesar, con más razón los pecadores debemos orar. Si pasaba la noche en oración, con más razón nosotros debemos velar y orar sin cesar.
El Señor oraba e intercedía no por él mismo -¿por qué falta debería implorar el perdón aquel que es el inocente?– sino por nuestros pecados. Lo manifiesta bien a las claras cuando dice a Pedro: «…Satán ha solicitado el poder cribaros como trigo. Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca.» (Lc 22,31) Más tarde intercedió ante el Padre a favor de todos nosotros, cuando dijo: «No te pido sólo por ellos sino por todos los que, gracias a su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti» (Jn 17,20-21).
¡Qué grande es la bondad y la misericordia de Dios en favor de nuestra salvación! No se contentó con rescatarnos del pecado por su sangre, sino que ha querido orar por nosotros. Pero ¡prestad atención al que ora: como el Padre y el Hijo son uno, que nosotros también permanezcamos en la unión!