Cita del evangelio del día: Jn 15,9-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
»Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
»No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».
Comentario del evangelio del día por: San Cirilo de Alejandría
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Con estas palabras explica el Señor con más claridad lo dicho anteriormente, esto es, que los discípulos disfruten en sí mismos de su mismo gozo. A los que quieran seguirme —dice—, les mando esto, y les enseño a hacerlo y a sentirlo en lo íntimo de su alma: que tengan un amor recíproco tan profundo como el que yo les he demostrado y he practicado previamente. Cuán generosa sea la medida del amor de Cristo, él mismo lo ha indicado al decir que nadie tiene un amor más grande que el que va hasta dar la vida por los amigos.
Además, enseña a sus discípulos que para salvar a los hombres no hay que arredrarse ante la lucha, sino aceptar con intrépida fortaleza el sufrir hasta la misma muerte. Hasta ese extremo límite llegó el gran amor de nuestro Salvador. Hablar de este modo, es simplemente incitar a sus discípulos a una intrepidez sobrenatural y vigorosa y al más alto grado de amor fraterno; es crear en ellos un ánimo generoso y poseído por el amor, elevarlos a una caridad invicta e invencible, pronta a dar todo lo que a Dios pluguiere. Pablo demostró tener este temple, cuando dijo: Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Y añadía: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? ¿Oyes cómo no hay nada que pueda separarnos del amor de Cristo? Y si apacentar el rebaño y los corderos de Cristo es amarle a él, ¿cómo no va a ser evidente de toda evidencia que el apóstol, predicador de la salvación a quien no conoce a Dios, deberá ser superior a la muerte y a las persecuciones y considerar una nonada cualquiera dificultad?
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. Revestíos de mutuo amor, discípulos míos. Vosotros mismos debéis gustar estas cosas llevándolas a la práctica, y hacer unos por otros con ferventísimo deseo y esforzado ánimo, todo cuanto primeramente he hecho yo con vosotros.
Yo os he elegido, no vosotros a mí. Con inaudita bondad y gran generosidad me he revelado a vosotros que no me conocíais, y os he conducido a una tan grande constancia y firmeza de ánimo, para que podáis caminar y progresar siempre hacia lo mejor y dar fruto para Dios; os he dado una confianza tan grande, de modo que todo lo que pidáis en mi nombre, estad seguros que lo recibiréis. Por eso, si seguís las huellas que os he señalado con mis palabras y con mi manera de actuar, si estáis llenos de aquel espíritu que conviene a los verdaderos y legítimos discípulos, no debéis contemporizar esperando que alguien venga por sí mismo a la fe y al culto de Dios, sino que debéis ofreceros como guías a los que todavía no conocen a Dios y están en el error, o aún no han espontáneamente aceptado la predicación de la salvación.
Conviene que vosotros los exhortéis con calor a profundizar, mediante una plena comprensión, el verdadero conocimiento de Dios, aunque se irrite el ánimo de los oyentes, persistiendo en la incredulidad. De este modo, también ellos acabarán haciendo como vosotros, esto es, avanzarán por el buen camino y, progresando en el bien, volverán a producir en Dios frutos vitales y duraderos. De manera que sus plegarias, gratas y aceptas a Dios, conseguirán lo que piden, si lo piden en mi nombre.