• 08/02/2025

Evangelio del día 17 de abril 2019

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El evangelio del día nos cuenta que:

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?». Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 

El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?». Él les dijo: «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’». Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 

Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará». Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?». Dícele: «Sí, tú lo has dicho».

Cita del evangelio del día: Mt 26,14-25

Comentario del evangelio del día por San Jerónimo:

«Les dijo: “¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?”…» El infeliz Judas quiso compensar con el precio de su maestro el daño que creía se había hecho con la efusión del ungüento. Sin embargo, no pide una cantidad determinada, para que no pareciese lucrativa su perfidia, sino que dejó a la libertad de los compradores el dar lo que quisieran, como si entregara una propiedad vil.

«Ellos le asignaron treinta monedas de plata.» José no fue vendido en treinta monedas de oro -como opinan algunos, fundándose en la versión de los Setenta intérpretes- sino en treinta monedas de plata según la verdad hebraica: pues no podía ser de más precio el siervo que el Señor.

«El primer día de los Azimos…» . El primer día de los ácimos, es el día catorce del primer mes, cuando es inmolado el cordero, y la luna está en todo su lleno, y es desechada la levadura.

«Id a la ciudad, a casa de fulano…» También en esto la nueva Escritura guarda la costumbre del Antiguo Testamento, porque con frecuencia leemos: Dijo éste a aquél; y en este lugar y en aquél. Y sin embargo, no se pone el nombre de las personas y de los lugares.

«Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce.» Judas no había abandonado el grupo de los Doce. Obraba así, para evitar toda sospecha de traición.

«Y mientras comían, dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.”» Como el Señor había predicho ya su pasión, ahora predice cuál será el traidor, dándole lugar a que haga penitencia, puesto que sabía que conocía sus pensamientos, y los secretos de su corazón, con el fin de que se arrepintiese de lo hecho.

«El respondió: “El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.”» ¡Oh admirable paciencia la del Señor! Primero había dicho: uno de vosotros me ha de entregar (Mt 26,21), y el traidor persevera en su mal propósito. Le reprende con más claridad, y sin embargo, no le designa por su nombre. Pero Judas cuando los demás se afligen y retiran su mano, y se abstienen de llevar la comida a su boca, él con la temeridad y desvergüenza con que le había de entregar, hasta mete la mano en el plato con su maestro, para que su atrevimiento ocultase la situación de su espíritu.

Pero Judas una y otra vez avisado no retrocede de su traición, sino que parece que la paciencia del Señor fomenta su atrevimiento; y por lo tanto le anuncia el castigo, para que la intimación de la pena corrija a aquél a quien no había vencido el pundonor. Por esto sigue: «El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»

«¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Pero no debe pensarse que Judas existiese antes de nacer, porque a nadie pudo hacer bien sino a aquel que existe; simplemente se dice que es mucho mejor no vivir que vivir para el mal.

«Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: “¿Soy yo acaso, Rabbí?”…» Preguntando de esta manera, probó su afecto fingido, o dio señal de su incredulidad: también los demás que no habían de entregarle dijeron: ¿Soy yo acaso, Señor? (Mt 26,22) Pero éste que le había de entregar no le llama Señor, sino Maestro, como si pudiese servirle de excusa negar al Señor y entregar sólo a su Maestro.

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