• 12/03/2025

Evangelio del día 2 de Junio 2019

Evangelio del día

Cita del evangelio del día: Lc 24,46-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros seréis testigos de estas cosas. Mirad, voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto».

Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

 

San Francisco de sales nos comenta el evangelio del día:

Hija mía, compartamos el júbilo, pues nuestro Salvador ha subido al cielo, donde vive y reina y quiere que un día vivamos y reinemos con Él. ¡Oh, qué triunfo en el cielo y qué dulzura en la tierra! Que nuestros corazones estén «donde está nuestro tesoro» y que vivamos en el cielo ya que allí está nuestra vida.

¡Qué hermoso es el cielo, ahora que el Salvador brilla en él como sol ; y su pecho es una fuente de amor en la que los bienaventurados beben a placer. Todos se miran en Él y en El ve su nombre escrito con caracteres de amor que sólo el amor puede leer y que sólo el amor ha grabado. ¿Y no leeremos allí los nuestros? Sí, sin duda allí estarán, pues aunque nuestro corazón carece de amor, al menos tiene el deseo del amor y el comienzo del amor. Y ¿no está acaso, escrito en nuestros corazones el sagrado nombre de Jesús? Pienso que nada podría borrarlo de ellos. Hay que esperar que el nuestro esté recíprocamente escrito en el de Dios…

En cuanto a mí, no he sabido pensar esta mañana sino en esa eternidad de bienes que nos espera; pero en la que todo me parecería poco o nada a no ser ese amor invariable y siempre actual del ese gran Dios que allí reina para siempre.

Me admiro de la contradicción que veo en mí al tener sentimientos tan puros junto con obras tan imperfectas. Pues pienso que el Paraíso estaría en medio de todas las penas del infierno si en él pudiese estar el amor de Dios; y si el fuego del infierno fuese un fuego de amor, creo que serían de desear esos tormentos.

Y pensando así, ¿cómo es posible que yo no tenga un perfecto amor, puesto que ya aquí puedo tenerlo perfecto?

Hija mía, oremos, trabajemos, humillémonos, llamemos a nosotros ese Amor.

La tierra nunca había visto sobre su faz el día de la eternidad hasta que llegó esta santa festividad, en la cual nuestro Señor glorificó su cuerpo y supongo que los ángeles envidiaron la belleza de ese Cuerpo, comparada con la cual no es nada la belleza de los cielos y del sol. Dichosos nuestros cuerpos, que un día alcanzarán la participación en gloria tan grande.

 

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