• 15/11/2024

Evangelio del día 2 de mayo 2019

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El evangelio del día nos cuenta que:

 El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

Cita del evangelio del día: Jn 3,31-36

San Juan Crisóstomo nos comenta el evangelio del día:

«El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra…» Respecto de lo que dice que habla de la tierra, se refería al hombre y a cuanto pertenecía a él. Y si habla algunas cosas divinas es porque está iluminado por Dios, como dice el Apóstol: «No soy yo, sino la gracia de Dios que está conmigo» ( 1Cor 15,10). Luego San Juan, en cuanto a él se refiere, es de tierra y habla de la misma. Y si algo divino habéis oído de Juan, es porque ha sido inspirado y no porque lo ha recibido.

«El que viene del cielo está por encima de todos.» Esto es: Viene del Padre. De dos maneras «está sobre todos»: primeramente sobre toda la humanidad, de la que procede antes de que ella pecase; y en segundo lugar según la altura del Padre, la cual comparte.

«De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio.» Cuando concibes la palabra que vas a pronunciar, quieres decir la cosa y la misma concepción de la cosa que constituye ya el verbo en tu mente. Así como tienes tú en tu mente la palabra que hablas, y ella está en ti, así Dios concibió su palabra o, lo que es lo mismo, engendró al Hijo. Por lo tanto, siendo la palabra el Hijo de Dios, el Hijo nos ha hablado, no su palabra, sino la del Padre; quiso hablarnos lo que el Verbo del Padre hablaba. San Juan explicó cómo ocurrió esto y cómo debió suceder.

Había dicho San Juan: «Y lo que vio y oyó, testifica», como explicando para que no fueran consideradas falsas las cosas que Jesucristo dijese, porque habían de ser pocos los que creerían. Por esto añade: «Y nadie acepta su testimonio.», esto es, pocos; pues tenía discípulos que recibían su testimonio respecto de lo que les decía. Mas en esto se refería a los discípulos, que aún no creían en El. Y asimismo manifiesta la insensibilidad de los judíos, como se había dicho en el principio del Evangelio: «Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron», porque especialmente los judíos eran los que le pertenecían.

«El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.» Esto es, lo demostró. Y a fin de aumentar el temor, añade: «Porque Dios es verdadero»; manifestando que no de otra manera puede alguno dejar de creer en El, sino llamando mentiroso a Dios que le envió, porque no habla cosa alguna que no corresponda al Padre. Y esto es lo que añade: «El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida.»

«El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida.» Espíritu quiere decir aquí la acción del Espíritu Santo, y quiere significar que todos nosotros recibimos las acciones del Espíritu Santo con su medida. Mas Jesucristo recibió la gracia del Espíritu Santo; ¿cómo, pues, podrá nadie creerle digno de sospecha? Nada dice que no sea de Dios, ni del Espíritu. Y al paso que nada dice del Dios Verbo, fundamenta y confirma su doctrina en el Padre y en el Espíritu. Pues sabían que Dios existe y conocían asimismo la existencia del Espíritu, aunque no tenían formado de él un concepto conveniente, e ignoraban que existiera el Hijo.

«El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.» No dice aquí que es bastante creer en el Hijo para obtener la vida eterna, puesto que El dice en otro lugar: «No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos» ( Mt7,21). Y además, refiriéndose a la blasfemia contra el Espíritu Santo, la juzga suficiente por sí sola para llevar al infierno. Y si alguno cree en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, no pensemos que esto es bastante para alcanzar la salvación. Necesitamos también de una vida buena y de costumbres rectas. Además, conociendo que muchos no se dejan llevar tanto por la promesa de los beneficios como por el riesgo de sufrimientos terribles, concluye su discurso diciendo: «Mas el que no da crédito al Hijo, la ira de Dios estará sobre él». Véase cómo refiere al Padre lo que dice respecto del castigo, porque no dijo que la ira del Hijo de Dios (aun cuando éste sea juez), sino que citó al Padre como juez, queriendo aterrarlos más. Y no dijo «estará con él», sino «sobre él», dando a conocer que nunca se separará de él. Y para que no se crea que habla de la muerte temporal, dijo: «No verá la vida».

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