Cita del evangelio del día: Lc 1,39-45
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
Comentario del evangelio del día por Santa Teresa de Calcuta:
Después que María fue visitada por el ángel, se puso rápidamente en camino a casa de su prima Isabel, la cual también esperaba un hijo. Y el niño que había de nacer, Juan Bautista, saltó de gozo en el vientre de Isabel. ¡Qué maravilla! ¡El Dios todopoderoso, para anunciar la venida de su Hijo, escogió a un niño que había de nacer!
María, a través del misterio de la Anunciación y de la Visitación, representa el modelo de vida que nosotras deberíamos llevar. Primero acogió a Jesús en su existencia; seguidamente, compartió lo que había recibido. Cada vez que recibimos la Santa Comunión, Jesús, el Verbo, se hace carne en nuestra vida –don de Dios, al mismo tiempo bello, gracioso, singular. Esta fue la primera Eucaristía: María ofrece a su Hijo en ella, en quien él había puesto el primer altar. María, la única que podía afirmar con una confianza absoluta: «Esto es mi cuerpo», a partir de ese primer momento ofreció su propio cuerpo, su fuerza, todo su ser, para la formación del Cuerpo de Cristo.
Nuestra Madre la Iglesia ha elevado, delante del rostro de Dios, a un gran honor a las mujeres proclamando a María Madre de la Iglesia.
El regocijo y el gozo eran la fuerza de Nuestra Señora. Fue su hijo quien hizo de ella la presurosa sirvienta de Dios, porque desde que entró en ella «se fue a toda prisa». Solamente el gozo podía darle la fuerza para marchar a toda prisa más allá de las colinas de Judea y convertirse en la servidora de su prima. Esto sirve igualmente para nosotras; igual que ella debemos ser las sirvientas del Señor y cada día, después de la santa comunión, apresurarnos para ir más allá de las dificultades que nos encontremos al ofrecer con todo nuestro corazón nuestro servicio a los pobres. Dar Jesús a los pobres en tanto que sirvientas del Señor.
El gozo es la oración, el gozo es la fuerza, el gozo es el amor, es una red de amor gracias a la cual podréis alcanzar a las almas. «Al que da de buena gana lo ama Dios» (2Co 9,7). El que da gozosamente, da más. Si en el trabajo encontráis dificultades y las aceptáis con gozo, con una amplia sonrisa, en esto, como en muchas otras cosas, daréis prueba de que vuestras obras son buenas y el Padre será glorificado en ellas. La mejor manera de mostrar vuestro agradecimiento a Dios y a los hombres es aceptándolo todo con gozo. Un corazón gozoso proviene de un corazón que arde en amor.