Cita del evangelio del día: Lc 13,1-9
En aquel tiempo, llegaron algunos que contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».
Comentario del evangelio del día por: San Francisco de Sales
La caridad y la obediencia tienen tal unión entre sí que no se pueden separar: el amor nos hace obedecer pronta y graciosamente, pues por difícil que sea lo mandado, quien tiene obediencia amorosa, lo emprende amorosamente.
Hay, en la vida de San Pacomio, un ejemplo de esta prontitud en obedecer, que os la voy a contar: Entre los religiosos de San Pacomio había uno llamado Jonás, hombre de gran virtud y santidad, encargado del jardín, y tenía en él una higuera llena de hermosos higos. Pero la higuera servía de tentación a los religiosos; cada vez que pasaban cerca la miraban. Pasando un día San Pacomio por allí, levantó los ojos y vio al diablo subido al árbol y mirando los higos de arriba abajo, como los miraban los religiosos de abajo a arriba.
El gran santo llamó enseguida a Jonás ordenándole que no dejara de cortar enseguida la higuera, pues quería educar a sus religiosos en la mortificación de los sentidos, con el mismo cuidado que lo hacía con la mortificación interior de las pasiones e inclinaciones.
A esto, el pobre Jonás, respondió: Padre mío, tenemos que soportar un poco a esos jóvenes; ¿qué quiere? son buenas personas y algo tienen que tener para recrearse; no es que yo quiera conservar el árbol. Y lo decía con toda verdad pues en setenta y cinco años que en religión llevaba de jardinero, jamás había probado una fruta, pero era comprensivo respecto a los Hermanos.
San Pacomio le dijo dulcemente: Bien, Hermano, no habéis querido obedecer con sencillez y prontitud. ¿Os apostáis a que el árbol será más obediente? Y así sucedió: al día siguiente el árbol estaba seco y nunca más volvió a dar fruto.
Nuestro Señor dio, durante toda su vida, ejemplo de esta continua prontitud en obedecer, pues nunca se ha visto más docilidad y prontitud al servicio de la voluntad de los demás.