• 12/12/2024

Evangelio del día 21 de mayo 2019

Evangelio del día

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

Cita del evangelio del día: Jn 14,27-31a

Comentario del evangelio del día por el papa Benedicto XVI:

Comenta el versículo «Me voy, pero volveré a vosotros» (Jn 14, 28) que forma parte del evangelio del día.

El evangelista Juan remonta ambos sacramentos [del bautismo y de la eucaristía] a la cruz: los ve brotar del costado abierto del Señor (19,34) y descubre allí el cumplimiento de una palabra de Jesús en su discurso de despedida: «me voy y volveré» (griego). » Por lo tanto, vengo; sí, mi partida – la muerte sobre la cruz – es también mi regreso».

Mientras vivimos, nuestro cuerpo no es sólo el puente que nos une unos a otros, es también la barrera que nos separa, nos encierra en el reducto infranqueable de nosotros mismos… Su costado abierto es el símbolo de la nueva apertura que el Señor se granjeó en la muerte. En lo sucesivo, se quita la barrera de su cuerpo: la sangre y el agua fluyen de su costado a través de la historia en un flujo inmenso; como Resucitado, es el espacio abierto que nos convida a todos.

Su vuelta no es un acontecimiento lejano, situado al final de los tiempos: comenzó a la hora de su muerte, de donde vino a nosotros, de un modo totalmente nuevo. Así, en la muerte del Señor, se cumplió el destino del grano de trigo: si no es enterrado en tierra, queda infecundo, pero si cae en tierra y muere, da mucho fruto (Jn 12,24). Todos nosotros, todavía vivimos del fruto de este grano de trigo que murió. En el pan de la eucaristía, recibimos la multiplicación inagotable de los panes del amor de Jesucristo, bastante rico para saciar el hambre de todos los siglos.

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