Cita del evangelio del día: Lc 9,51-62
Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
Comentario del evangelio del día por: San León Magno
Amados míos, Pablo, el apóstol de los paganos no contradice en nada nuestra fe cuando dice: «Aunque alguna vez hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no es así» (2Co 5,16). La resurrección del Señor no ha puesto fin a su carne, sino que la ha transformado. El aumento de su poder no ha destruido su sustancia; la calidad ha cambiado; la naturaleza no ha sido anonadada. Clavaron su cuerpo en la cruz: se volvió inaccesible al sufrimiento. Fue condenado a muerte: se volvió eterno. Lo mataron: se volvió incorruptible. Y se puede muy bien decir que la carne de Cristo ya no es la misma que conocimos; porque ya no queda en ella ningún rastro de sufrimiento o debilidad. Permanece la misma en su sustancia, pero ya no es la misma desde el punto de vista de la gloria. ¿Por qué sorprenderse, por otra parte, de que san Pablo se exprese así a propósito del cuerpo de Jesucristo cuando, hablando a todos los cristianos que viven según el espíritu, les dice: «Desde ahora ya no conocemos a nadie según la carne»?
Con ello quiere decir que nuestra resurrección ha comenzado en Jesucristo. En él, que murió por todos, nuestra esperanza ha adquirido consistencia. Ninguna duda ni reticencia en nosotros, ninguna decepción en la espera: las promesas se han comenzado a cumplir ya, y con los ojos de la fe, vemos las gracias de las que mañana seremos saciados. Nuestra naturaleza ha sido elevada; entonces, con gozo, poseemos ya el objeto de nuestra fe…
Que el pueblo de Dios tome conciencia que es «una nueva creación en Cristo» (2Co 5,17). Que comprenda bien quién le ha escogido, y a quién el mismo ha escogido. Que el ser renovado no vuelva a la inestabilidad de su antiguo estado. Que el que «ha echado mano al arado» no cese de trabajar, que vele sobre el grano que ha sembrado, y que no se gire a mirar lo que ha abandonado. Este es el camino de salvación; esta es la manera de imitar la resurrección en Cristo.