Cita del evangelio del día: Mt 25,1-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
Comentario del evangelio del día por San Antonio de Padua:
Entre Dios y nosotros reinaba una grave discordia. Para pacificarla, para llevarla a buen entendimiento, ha sido necesario que el Hijo de Dios se desposara con nuestra naturaleza… El Padre consintió y envió a su Hijo. Éste, en el lecho nupcial de la Bienaventurada Virgen, unió nuestra naturaleza a la suya. Son éstas las bodas que el Padre preparó para su Hijo. El Verbo de Dios, dice Juan Damasceno, tomó todo lo que Dios había puesto en nuestra naturaleza: un cuerpo y un alma dotada de razón. Lo ha tomado todo para salvarme enteramente por su gracia. La Divinidad se abajó hasta este desposorio; la carne no podía acabar con un desposorio más glorioso.
Aún otras bodas se celebran, cuando sobreviene la gracia del Espíritu Santo para convertir a un alma pecadora. Se lee en el profeta Oseas: «Voy a volver a mi primera esposa, entonces me iba mejor que ahora.» (cf 2,9). Y más adelante: «Ella me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Dueño mío». Yo quitaré de su boca los nombres de los ídolos… Haré en su favor un pacto…» (v. 18-20). El Esposo del alma es el Espíritu Santo, a través de su gracia. Cuando por una inspiración interior invita al alma a la penitencia, se desvanecen todas las llamadas de los vicios. El dueño que dominaba y devastaba al alma, es el orgullo que quiere mandar, es la gula y la lujuria que lo devoran todo. Incluso sus nombres son quitados de la boca del penitente… Cuando la gracia se derrama en un alma y la ilumina, Dios hace alianza con los pecadores; se reconcilia con ellos… Es entonces cuando se celebran las bodas del esposo y de la esposa en la paz de una conciencia pura.
Finalmente, otras bodas se celebrarán en el día del juicio, cuando vendrá el Esposo, Jesucristo. «¡Que llega el Esposo, se dice, salid a recibirlo!». Entonces tomará con él a la Iglesia, su esposa. «Ven, dice san Juan en el Apocalipsis, que te voy a enseñar a la Esposa del Cordero. Me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que bajaba del cielo». (21,9-10)… Ahora vivimos en el cielo por la fe y la esperanza; pero poco tiempo después, la Iglesia celebrará sus bodas con su Esposo: «Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero» (Ap 19,9).