)En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros».
Mc 9,41-50
Comentario del evangelio del día de San Francisco de Sales:
Ya ves, Teótimo, un vaso de agua o un pedazo de pan que un alma buena da a un pobre, por Dios, es poca cosa ciertamente, casi indigna de consideración según el juicio humano; Dios, sin embargo, la recompensa y enseguida da por ella algún crecimiento en la caridad.
Las pieles de cabra que presentaban antiguamente en el Tabernáculo, eran bien recibidas y se colocaban junto a las otras ofrendas. Y los pequeños actos que proceden de la caridad, son agradables a Dios y ocupan su puesto entre los méritos.
Porque así como en la Arabia Feliz no solamente las plantas aromáticas sino todas las otras son olorosas, al participar de la dicha de ese terreno, así en el alma caritativa no solamente las obras grandes en sí, sino también las pequeñas, experimentan la virtud del santo amor y su buen olor llega ante la majestad de Dios, el cual al verlas, aumenta la santa caridad.
Digo que Dios hace esto, porque la caridad no es la que produce sus acrecentamientos, como los árboles hacen crecer sus ramas y por su propia virtud crece un árbol de otro. La fe, la esperanza y la caridad son virtudes que tienen su origen en la bondad divina y de ella sacan su aumento y su perfección…
Es pues Dios el que hace este crecimiento, considerando el empleo que hacemos de su gracia; así, las menores de las obras buenas, aunque estén hechas algo descuidadamente y no empleando todas las fuerzas de nuestra caridad, no dejan de ser agradables a Dios y de tener valor ante Él y, aunque de por ellas mismas, no podrían acrecentar la caridad que ya tienen porque son de menor virtud que ella, la Providencia divina, que tiene todo en cuenta, las acepta y las recompensa enseguida con un acrecentamiento de la caridad para este mundo y con un aumento de gloria en el cielo.
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