Cita del evangelio del día: Jn 6,35-40
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».
Comentario del evangelio del día por San Juan pablo II:
Jornada Mundial de las Misiones, 22-02-2005«Misión: Pan partido para el mundo»
[…] En nuestra época, la sociedad humana parece que está envuelta por espesas tinieblas, mientras es turbada por acontecimientos dramáticos y trastornada por catastróficos desastres naturales. Pero, como durante «la noche en que fue entregado» (1Cor 11, 23), también hoy Jesús «parte el pan» (Mt 26, 26) para nosotros, y en las Celebraciones eucarísticas se ofrece a sí mismo bajo el signo sacramental de su amor por todos. Por esto he querido recordar que «la Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para toda la humanidad»; es «pan del cielo» que, dando la vida eterna (cfr.Jn 6, 33), abre el corazón de los hombres a una gran esperanza.
El mismo Redentor, que a la vista de la muchedumbre necesitada sintió compasión «porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36), presente en la Eucaristía, continúa a lo largo de los siglos manifestando compasión hacia la humanidad que se encuentra en la pobreza y en el sufrimiento…
También hoy Cristo manda a sus discípulos: «dadles vosotros de comer» (Mt 14, 16). En su nombre, los misioneros acuden a tantas partes del mundo para anunciar y ser testigos del Evangelio. Los misioneros hacen resonar, con su acción, las palabras del Redentor: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed» (Jn 6, 35); ellos mismo se hacen «pan partido» para los hermanos, llegando a veces hasta el sacrificio de la vida.
¡Cuántos misioneros mártires en este tiempo nuestro! ¡Que su ejemplo arrastre muchos jóvenes en el camino de la heroica fidelidad a Cristo! La Iglesia tiene necesidad de hombres y de mujeres que estén dispuestos a consagrarse totalmente a la gran causa del Evangelio.
[…] Que la Virgen, Madre de Dios, nos ayude a revivir la experiencia del Cenáculo, para que nuestras comunidades eclesiales sean auténticamente «católicas»; es decir, Comunidades donde la «espiritualidad misionera», que es «comunión íntima con Cristo», se sitúa en íntima relación con la «espiritualidad eucarística», que tiene como modelo a María, «Mujer eucarística», 53); Comunidades que permanecen abiertas a la voz del Espíritu y a las necesidades de la humanidad; Comunidades donde los creyentes, y especialmente los misioneros, no dudan en hacerse «pan partido para la vida del mundo«.