• 08/02/2025

Evangelio del día 3 de agosto 2020

Evangelio del día

Cita del evangelio del día: Mt 14,13-21

En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.

Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».

Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Comentario del evangelio del día por San Atanasio:

Cada uno de los santos debió evitar «la vía ancha y espaciosa» (Mt 7,13), para permanecer sólo, aparte, y allí, vivir en la virtud: Elías, Eliseo, Jacob […] El desierto y el abandono de los tumultos de la vida le proporcionan al hombre la amistad de Dios; así Abraham, cuando salió del país de los caldeos, fue llamado «amigo de Dios» (Jc 2,23). El gran Moisés también, en el momento de su salida del país de Egipto […] habló con Dios cara a cara, fue salvado de las manos de sus enemigos y atravesó el desierto. Todos ellos son la imagen de la salida de las tinieblas hacia la luz admirable, y de la subida hacia la ciudad que está al cielo (He 11,16), la prefiguración de la verdadera felicidad y de la fiesta eterna.

En cuanto a nosotros, tenemos cerca de nosotros la realidad que sombras y símbolos anunciaban, quiero decir la imagen del Padre, nuestro Señor Jesucristo (Cuello 2,17; 1,15). Si lo recibimos como alimento en todo tiempo, y si marcamos con su sangre las puertas de nuestras almas, seremos liberados de los trabajos del Faraón y sus inspectores (Ex 12,7; 5,6s). […] Ahora hemos encontrado el camino para pasar de la tierra al cielo… En otro tiempo, a través de Moisés, el Señor precedía a los hijos de Israel en una columna de fuego y de nubarrón; ahora, él mismo nos llama diciendo: «Si alguien tiene sed, que venga a mí y que beba; del que cree en mí, brotarán ríos de agua viva que saltarán hasta la vida eterna» (Jn 7,37s).

Qué cada uno se prepare pues con un deseo ardiente para ir a esta fiesta; que escuche al Salvador llamarlo, porque es él quien nos consuela a todos y cada uno en particular. El que tenga hambre que acuda a Él: Él es el verdadero pan (Jn 6,32). El que tenga sed que venga: Él es la fuente de agua viva (Jn 4,10). Que el enfermo venga a Él: es el Verbo, la Palabra de Dios, que cura a los enfermos. Si alguien está agobiado por el peso del pecado y se arrepiente, que se refugie en sus pies: Él es el descanso y el puerto de la salvación. Que el pecador tenga confianza, porque dijo: «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt 11,28).