Cita del evangelio del día; Lc 10,17-24
En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
Comentario del evangelio del día por San Cirilo de Alejandría:
«Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).
Considerando las palabras que Jesús nos dirige cuando habla con su Padre de nosotros: «Tu has escondido todas estas cosas a los prudentes y a los sabios, y tu las has revelado a los pequeños. Si, Padre, porque así lo has querido». En efecto, Dios Padre nos ha revelado el misterio escondido desde antes de la creación del mundo en el silencio de Dios, el misterio de su Hijo único hecho hombre, el misterio conocido desde antes de la creación del mundo y rebelado a los hombres al final de los tiempos. San Pablo, en efecto, escribe: «A mí, el más insignificante de entre los santos, se me ha concedido la gracia de anunciar a las naciones la insondable riqueza de Cristo, y de mostrar a todos cómo se cumple este misterioso plan escondido desde el principio de los siglos en Dios que crea el universo» (Ef. 3,8-9).
Este grande y adorable misterio de nuestro Salvador estaba escondido en el conocimiento del Padre, desde antes de la creación del mundo. También nosotros, somos conocidos y predestinados, adoptados como hijos. Así lo enseña San Pablo cuando dice: «Bendito sea Dios, Pare de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes espirituales. El nos eligió antes de la creación del mundo para que nosotros fuéramos santos e inmaculados en su presencia; en su amor El nos ha destinado a ser adoptados como hijos suyos, por medio de Jesucristo» (Ef. 1,3-5) El Padre nos ha dado a conocer, a nosotros los pequeños, el misterio escondido de todos los tiempos…» A vosotros, dice Jesús, se os ha concedido comprender los misterios del Reino de los cielos» (Lc.8,10), a vosotros que habéis creído, que habéis conocido la Revelación del Cristo, que entedéis la ley en su sentido espiritual, que estáis atentos a entender las profecías, que confesais que Cristo es Dios y Hijo de Dios, a vosotros a quien el Padre ha tenido a bien de revelar a su Hijo.