• 09/02/2025

Evangelio del día 31 de Agosto 2019

Evangelio del día

Cita del evangelio del día: Mt 25,14-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio, el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

»Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’. Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.

»Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».

 

Comentario del evangelio del día por San Paulino de Nola:

¿Tienes algo —dice el Apóstol— que no hayas recibido? Por tanto, amadísimos, no seamos avaros de nuestros bienes como si nos perteneciesen, sino negociemos con ellos como con un préstamo. Se nos ha confiado la administración y el uso temporal de los bienes comunes, no la eterna posesión de una cosa privada. Si en la tierra la consideras tuya sólo temporalmente, podrás hacerla tuya eternamente en el cielo. Si recuerdas a aquellos empleados del evangelio que recibieron unos talentos de su Señor y lo que el propietario, a su regreso, dio a cada uno en recompensa, reconocerás cuánto más ventajoso es depositar el dinero en la mesa del Señor para hacerlo fructificar, que conservarlo intacto con una fidelidad estéril; comprenderás que el dinero celosamente conservado, sin el menor rendimiento para el propietario, se tradujo para el empleado negligente en un enorme despilfarro y en un aumento de su castigo.

Recordemos también a aquella viuda, que olvidándose de sí misma y preocupada únicamente por los pobres, pensando sólo en el futuro, dio todo lo que tenía para vivir, como lo atestigua el mismo juez. Los demás —dice— han echado de lo que les sobra; pero ésta, más pobre tal vez que muchos pobres —ya que toda su fortuna se reducía a dos reales—, pero en su corazón más espléndida que todos los ricos, puesta su esperanza en solas las riquezas de la eterna recompensa y ambicionando para sí solo los tesoros celestiales, renunció a todos los bienes que proceden de la tierra y a la tierra retornan. Echó lo que tenía, con tal de poseer los bienes invisibles. Echó lo corruptible, para adquirir lo inmortal. No minusvaloró aquella pobrecilla los medios previstos y establecidos por Dios en orden a la consecución del premio futuro; por eso tampoco el legislador se olvidó de ella y el árbitro del mundo anticipó su sentencia: en el evangelio hace el elogio de la que coronará en el juicio.

Negociemos, pues, al Señor con los mismos dones del Señor; nada poseemos que de él no hayamos recibido, sin cuya voluntad ni siquiera existiríamos. Y sobre todo, ¿cómo podremos considerar algo nuestro, nosotros que, en virtud de una hipoteca importante y peculiar, no nos pertenecemos, y no ya tan sólo porque hemos sido creados por Dios, sino por haber sido por él redimidos?

Congratulémonos por haber sido comprados a gran precio, al precio de la sangre del propio Señor, dejando por eso mismo de ser personas viles y venales, ya que la libertad consistente en ser libres de la justicia es más vil que la misma esclavitud. El que así es libre, es esclavo del pecado y prisionero de la muerte. Restituyamos, pues, sus dones al Señor; démosle a él, que recibe en la persona de cada pobre; demos, insisto, con alegría, para recibir de él la plenitud del gozo, como él mismo ha dicho.