Cita del evangelio del día: Jn 8,12-20
En aquel tiempo, Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí».
Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Comentario del evangelio del día por: San Clemente de Alejandría
Cuando tú, Señor Jesús, me conduces a la luz y encuentro a Dios, gracias a ti y, gracias a ti, recibo al Padre, soy coheredero contigo (Rm 8,17), ya que tú no te avergüenzas de tenerme como hermano. (Hb 2,11) Apartemos, pues, el olvido de la verdad, venzamos la ignorancia. Habiendo disipado las tinieblas que nos envuelven como una nube, contemplemos al Dios verdadero y proclamemos: «Bendita sea la luz verdadera.»
Porque la luz ha brillado sobre nosotros que estábamos hundidos en las tinieblas y en la sombra de la muerte. (Lc 1,79), luz más pura que el sol y más bella que la vida de este mundo. Esta luz es la vida eterna y todos aquellos que participan en la luz tienen vida eterna. La noche huye de la luz, se esconde por miedo y cede ante el día del Señor. La luz que no se puede apagar se ha extendido por todas partes, de Oriente a Occidente. Esto es lo que significa «la creación nueva». En efecto, el sol de justicia (Ml 3,20) que ilumina toda cosa resplandece sobre toda la humanidad, a ejemplo de su Padre que hace salir el sol sobre todos los seres humanos (Mt 5,45) y deja caer sobre ellos el rocío de la verdad.