Cita del evangelio del día: Jn 14,27-31a
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».
Comentario del evangelio del día por: San Juan Pablo Magno
1. «Mi paz os dejo» (Jn 14, 27). [Estas] palabras que pronunció Jesús durante la última Cena, son en cierto sentido su testamento espiritual. La promesa que hizo a sus discípulos se realizará en plenitud en la Resurrección de Cristo. Al aparecerse a los Once en el Cenáculo, les dirigirá tres veces el saludo: «¡Paz a vosotros!» (Jn 20, 19).
Por tanto, el don que hace a los Apóstoles no es una «paz» cualquiera, sino que es la misma paz de Cristo: «mi paz», como dice él. Y para que lo comprendan bien, les explica de manera más sencilla: Os doy mi paz, «no como la da el mundo» (Jn 14, 27).
El mundo, hoy como ayer, anhela la paz, necesita paz, pero a menudo la busca con medios inadecuados, en ocasiones incluso recurriendo a la fuerza o con el equilibrio de potencias contrapuestas. En esas situaciones, el hombre vive con el corazón turbado por el miedo y la incertidumbre. En cambio, la paz de Cristo reconcilia las almas, purifica los corazones y convierte las mentes.
Se siente cada vez más la exigencia de una profunda espiritualidad de paz y de pacificación… en todos los cristianos. En efecto, la causa de la unidad atañe a todos los creyentes, llamados a formar parte del único pueblo de los redimidos por la sangre de Cristo derramada en la cruz. No debemos desalentarnos ante las dificultades, antiguas y nuevas, que se presentan, sino afrontarlas con paciencia y comprensión, contando siempre con la ayuda de Dios.
Amadísimos hermanos y hermanas, sintámonos fuertemente estimulados a esmerarnos por ser auténticos «constructores de paz» (cf. Mt 5, 9) en los ambientes en que vivimos.
Nos ayude y acompañe en este itinerario de reconciliación y de paz la Virgen María, que en el Calvario fue testigo del sacrificio redentor de Cristo.