Cita del evangelio del día: Lc 10,25-37
«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión…».
Comentario del dvangelio del día por: San Agustín Obispo y Doctor de la Iglesia
«¿Cuál te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?» (cf. Lc 10,36).
El que está en todas partes, ¿en dónde no está? (…) “El Señor está cerca; nada os preocupe.” (Flp 4,5-6) Gran cosa es ésta: el mismo que asciende sobre todos los cielos está cercano a quienes se encuentran en la tierra. ¿Quién es éste, lejano y próximo, sino aquel que por su benignidad se ha hecho próximo a nosotros?
Aquel hombre que cayó en manos de unos bandidos, que fue abandonado medio muerto, que fue desatendido por el sacerdote y el levita y que fue recogido, curado y atendido por un samaritano que iba de paso, representa a todo el género humano. Así, pues, como el Justo e Inmortal estuviese lejos de nosotros, los pecadores y mortales, bajó hasta nosotros para hacerse cercano quien estaba lejos.
“No nos trata como merecen nuestros pecados.” (Sal 102,10) pues somos hijos. ¿Cómo lo probamos? El Hijo unigénito murió por nosotros para no ser el único hijo. No quiso ser único quien, único, murió por todos. El Hijo único de Dios ha hecho muchos hijos de Dios. Compró a sus hermanos con su sangre, quiso ser reprobado para acoger a los réprobos, vendido para redimirnos, deshonrado para honrarnos, muerto para vivificarnos. (… ) Alegraos de tal forma que sea cual sea la situación en la que os encontréis (Cf. Flp 4,4), tengáis presente que “el Señor está cerca; nada os preocupe.”