El evangelio del día nos cuenta que:
En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
Cita del evangelio del día: Jn 8,1-11
Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».
San Agustín de Hipona nos comenta el evangelio del día de hoy:
Dice el salmista: «Aprended, jueces de la tierra» (Sal 2.10). Aquellos que juzgan la tierra son los reyes, gobernadores, príncipes, los jueces propiamente dicho… Sed sensatos, porque es la tierra quien juzga la tierra, pero debe temer al que está en el cielo. Juzgan a sus iguales: un ser humano juzga a un hombre, un mortal a un mortal, un pecador a otro pecador. ¿Si nuestro Señor hizo resonar en medio de los jueces esta frase divina: «el que esté sin pecado que tire la primera piedra», todos los que juzgan la tierra no estarán sobrecogidos de espanto?
Los fariseos, para tentarlo, le llevaron una mujer sorprendida en adulterio…Jesús dijo: «Queréis apedrear a esta mujer, según lo prescrito por la ley. Pues bien, aquel de entre vosotros que esté sin pecado, que tire la primera piedra». Mientras se cuestionaban, Él escribió sobre la tierra, para «enseñar a la tierra»; pero cuando les dio esta respuesta, levantó los ojos, «miró a la tierra y ésta se estremeció» (Sal 103,32). Los fariseos, confundidos y temblorosos, se fueron uno tras otro…
La pecadora se queda a solas con el Salvador: la enferma con el médico, la gran miseria con la gran misericordia. Mirando a esta mujer, Jesús le dijo: «¿Nadie te ha condenado? -Nadie, Señor»… Pero ella permaneció delante del juez que está libre de pecado. «¿Nadie te ha condenado? – Nadie, Señor, y si tú mismo no me condenas, estoy salvada» En silencio, el Señor responde a esta inquietud: «Yo tampoco te condeno… La voz de sus conciencias les impedía a los acusadores castigarte, la misericordia me empuja a venir en tu ayuda». Reflexionar sobre estas verdades e «instruiros jueces de la tierra».
Otros evangelios del día comentados por San Agustín.
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