Cita del evangelio del día: Lc 11, 5-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.
»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».
Comentario del evangelio del día por Santo Tomás de Aquino:
«Pedid y se os dará» (Lc 11,9).
Según el designio providente de Dios, todo lo que existe está dotado del medio apto para llegar a su fin, según su naturaleza. También los hombres han recibido el medio apto a su condición humana para obtener lo que esperan de Dios. Esta condición exige que el hombre se sirva de la petición para obtener del otro lo que espera, sobre todo si aquel a quien se dirige es superior a él. Por esto se recomienda a los hombres la oración para obtener de Dios lo que esperan recibir de él. Pero la oración difiere según se pide algo a Dios o a otro hombre.
Cuando la oración se dirige a un hombre, en primer lugar tiene que expresar el deseo o la necesidad del que ora. Hace falta igualmente que la petición haga inclinar el corazón del que escucha a la necesidad de quien implora su ayuda. Ahora bien, estos dos elementos no tienen sentido cuando el hombre se dirige a Dios. Orando a Dios, no hace falta inquietarnos para manifestar nuestros deseos y necesidades, ya que Dios los conoce todos. Por esto dice le salmista: “Ante ti, Señor mío, están todos mis anhelos.” (Sal 37,10) Y en el evangelio leemos: “Ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis…” (Mt 6,8) Tampoco hacen faltan palabras humanas para inclinar la voluntad divina a aquello que en un principio no quisiera, ya que está dicho en el libro de los Nombres: “Dios no miente como el hombre, ni se retracta como los hijos de Adán.” (Nm 23,19).