Comentario del Evangelio del día: (Lc 5,33-39)
Los fariseos se sentían importantes por cumplir al pie de la letra el ayuno y otras prácticas. Querían hacer parecer a los discípulos de Jesús como imperfectos porque no ayunaban. Jesús no despreciaba el ayuno, pero mostraba que la grandeza de un corazón creyente se mide por otras cosas, no por esas prácticas religiosas. El estaba ofreciendo una novedad que, al mismo tiempo, volvía a las fuentes más fecundas de la fe de su pueblo. Estaba proponiendo una religión hecha de adoración a Dios con toda el alma y de entrega al prójimo con amor generoso. Al lado de esa gran propuesta, todo lo demás parecía caduco y fuera de lugar, como quien quiere remendar un vestido nuevo con un trapo viejo. Y es que a veces, sin darnos cuenta, nos volvemos espiritualmente viejos.